'Bad Boys: Ride or Die' (Sony Pictures)

Crítica ‘Bad Boys: Ride or Die’: Producto de confort

junio 11, 2024
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Después del escándalo provocado por su bofetada a Chris Rock, Will Smith necesitaba un pequeño respiro que le permitiera reivindicarse como estrella cinematográfica. De ahí que haya vuelto a un lugar seguro como la franquicia Dos policías rebeldes. Por Tonio L. Alarcón

‘Bad Boys: Ride or Die’ (Sony Pictures)

Hay pocos ejemplos mejores que Dos policías rebeldes / Bad Boys de franquicia sostenida exclusivamente sobre la presencia de sus estrellas principales. Su posible interés cinematográfico como serie se sostiene en la exhilarante rotundidad formal de su segunda entrega, Dos policías rebeldes II (2003), con un Michael Bay mucho más en forma que en la muy derivativa película original. Pero, sobre todo, con un par de grandes éxitos a sus espaldas, La roca (1996) y Armageddon (1998), que le hicieron granjearse la confianza del productor Jerry Bruckheimer y, con ello, la capacidad de dar forma a un auténtico caos de guionistas y exigencias de sus protagonistas.

Precisamente lo que no le garantizaron a Joe Carnahan durante el desarrollo de Bad Boys for Life (2020), y que provocó su discreta salida del proyecto por desavenencias creativas con Will Smith, así como su sustitución por los belgas Bilall Fallah y Adil Er Arbi.

El fugaz cameo de Bay en Bad Boys: Ride or Die (2024) puede entenderse como una especie de cesión de testigo a Fallah y Er Arbi o, sencillamente, como una metáfora de la realidad del Hollywood actual: que directores con su personalidad ya no tienen sitio en una industria que prefiere figuras menos llamativas, más moldeables.

‘Bad Boys: Ride or Die’ (Sony Pictures)

La ironía está en que precisamente lo que hacía que Bad Boys for Life funcionara como secuela tardía, pese a injerencias posteriores, era lo que Carnahan, otro creador con una idea muy propia respecto al cine de acción, había introducido dentro del relato. Es decir, la idea, afín al cine clásico, de los héroes envejecidos que gastan sus últimos cartuchos antes de pasar el testigo a una nueva generación. Un concepto que Martin Lawrence claramente abrazaba con entusiasmo, pero al que Smith, mucho más pendiente de su imagen de estrella, se resistía.

Sobre esa dicotomía se sostiene Ride or Die: sobre la franqueza con la que uno de sus protagonistas se ríe de su propia decadencia física (nada extraño, teniendo en cuenta que Lawrence siempre ha sido el generador de gags de la franquicia), y la negativa del otro de aceptar el paso del tiempo.

Como en anteriores entregas de la franquicia, es evidente que el guión de Chris Bremner y Will Beall (que, a la hora de la verdad, no han hecho mucho más que reciclar ideas previas sin demasiado entusiasmo) no es más que una plantilla sobre la que sus dos protagonistas se han dedicado a improvisar chanzas. Y sin la solidez estructural de Carnahan ni la personalidad arrolladora tras las cámaras de Bay, la película está obligada a sostenerse sobre la química de sus estrellas para navegar por una trama demasiado convulsa y enrevesada para la sencillez de lo que, a la hora de la verdad, plantea.

Fallah y Er Arbi ya habían demostrado en Bad Boys for Life que entendían a la perfección lo que les pedían tanto Bruckheimer como Smith: imitar esa fotografía en tonos cálidos, a su vez inspirada en el cine de Tony Scott, que Bay había perfeccionado junto a Amir Mokri en Dos policías rebeldes II. Eso sí, con un estilo menos convulso, más controlado, sobre todo a nivel de montaje.

Al fin y al cabo, el estilo naturalmente histérico del director de Transformers (2007) no funciona bien en el formato móvil por el que ahora apuestan las plataformas, y al que cada vez se adaptan más los estudios cinematográficos. Ride or Die no ofrece sorpresa alguna al respecto, sino que despliega una continuación natural del estilo cinematográfico de su antecesora, incluyendo un sentido de la violencia, tan festivo como sanguinolento, ajustado a esa calificación R.

‘Bad Boys: Ride or Die’ (Sony Pictures)

Mucho más interesante resulta el cambio de tercio que se ha producido a nivel de segunda unidad (y coordinador de acción), lo que resulta fundamental en el género al que se adscribe la franquicia Bad Boys. En la anterior entrega, el responsable fue Mike Gunther, que había colaborado con Bay en numerosas ocasiones (en especial, dentro de la saga Transformers), lo que garantizaba una cierta continuidad estilística dentro de la franquicia: esto es, una idea más clásica de las secuencias de acción.

Sin embargo, en Ride or Die se ha contratado para el papel a Greg Rementer, hombre de 87 Eleven, la productora de David Leitch y Chad Stahelski (los responsables de la franquicia John Wick), y el enfoque de sus set pieces está más en la línea de dicha compañía. Una decisión en la que hay una evidente voluntad de modernizar la serie para aproximarla a las nuevas generaciones de fans del actioner. Por lo que nos encontramos con un concepto mucho más acrobático de las secuencias de acción y, especialmente en el clímax ambientado en el parque temático de cocodrilos, muy inspirado en el lenguaje de los videojuegos: no hay más que ver el uso de la cámara subjetiva, imitando a los shooters en primera persona.