'Desconocidos' (imagen cortesía de 20th Century Studios, Disney)

Crítica ‘Desconocidos’: Una soledad compartida

marzo 8, 2024
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Paul Mescal y Andrew Scott protagonizan el último drama romántico de Andrew Haigh, que adapta la novela del japonés Taichi Yamada publicada en 1987. En Desconocidos, el cineasta británico entremezcla un presente complicado con un pasado doloroso, consiguiendo un resultado demoledor para el espectador. Por Belit Lago

‘Desconocidos’ (imagen cortesía de 20th Century Studios, Disney)

No es la primera vez que Haigh representa personajes queer en pantalla: ya en Weekend (2011), su primera película conocida internacionalmente, exprimía con naturalismo lo que da de sí un fin de semana entre dos jóvenes que acaban de conocerse; en Looking (2014), serie de dos temporadas injustamente cancelada por HBO, acompañábamos a un grupo de homosexuales en sus logros y fracasos, convirtiéndose en un relato contemporáneo del panorama gay en San Francisco.

Con Desconocidos, el director de la conmovedora 45 años (2015), salta del plano realista para ubicarnos en una especie de limbo entre lo real y lo imaginario, construyendo una fábula de superación que aborda el tema del duelo desde un punto de vista mágico.

Adam (Scott) vive en un rascacielos desolado del extrarradio de Londres, un edificio que bien podría servir como símbolo del estado emocional en el que se encuentra: abatido por traumas de antaño y habitando una soledad que en algún momento llegamos a interpretar como patológica. Sin familia ni amigos, pasa los días en su apartamento, como a la espera de que ocurra algo que lo inspire para escribir su próximo guion. Una noche, por casualidad, coincide en el ascensor con su vecino Harry (Mescal), que rápidamente manifiesta su interés por él, siendo en un primer momento rechazado. Pese a la negativa inicial, ambos iniciarán una intensa relación que sirve, sobre todo, para acompañarse el uno al otro, y de esta manera suavizar el terrible momento vital que ambos parecen transitar.

Entre encuentros cálidos y salvajes, aparece una segunda trama de tono más onírico. Adam visita con frecuencia la casa de su infancia, donde se reencuentra con sus padres, interpretados por Claire Foy y Jamie Bell, que murieron en un accidente de coche treinta años atrás. Este territorio fantasmagórico sirve a Haigh para hablar de la ausencia de una forma tangible a la vez que mágica. Adam inventa escenas cotidianas junto a su madre y retoma conversaciones olvidadas con su padre, ambos de una edad próxima a la suya, ya que aparecen tal y como se mantienen en su memoria, intactos al inevitable paso del tiempo.

‘Desconocidos’ (imagen cortesía de 20th Century Studios, Disney)

El objetivo del joven no es otro que cerrar un círculo que lleva demasiados años atormentándolo, y es que nunca tuvo la oportunidad de salir del armario frente a ellos. Pese al terror a ser rechazado por unos progenitores que solo existen en su imaginación, Adam siente la urgencia de compartir con quienes le dieron la vida su condición de homosexual, y, en extensión, mostrarse tal y como es frente al mundo.

Y por si el drama presentado hasta ahora aún no había conseguido resquebrajarnos lo suficiente, Desconocidos ofrece un tramo final que se convierte en un puñetazo en las entrañas. Acompañado de una banda sonora reconocible por el público, el desenlace de este oscuro relato consigue dejarnos noqueados en nuestras butacas mientras adivinamos entre lágrimas los títulos de crédito.

‘Desconocidos’ (imagen cortesía de 20th Century Studios, Disney)

Habrá quien encuentre exagerado este cierre, o quien lo tache de efectista y videoclipero, pero para aquellos que hemos entrado de lleno en la historia de amor entre los protagonistas, este colofón nos sumirá en una destrucción emocional para la que no estábamos preparados.