'Furiosa' (Warner Bros. Pictures)

Crítica ‘Furiosa’: Gotas de sangre que exigen otra sangre

mayo 29, 2024
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Después de su batalla legal con Warner para recibir los dividendos prometidos por la franquicia Mad Max, George Miller ha conseguido vía libre para seguir expandiéndola a placer con una obra tan ambiciosa como Furiosa: De la saga Mad Max. Por Tonio L. Alarcón

‘Furiosa’ (Warner Bros. Pictures)

Debido al tiempo transcurrido entre el momento en que tuvo la idea, en 1987, y cuando pudo llevarla a cabo, en 2015, Mad Max: Furia en la carretera no era tanto una secuela de la franquicia antes protagonizada por Mel Gibson como una reconcepción de la misma desde la perspectiva actual de George Miller, tanto de la narrativa cinematográfica como de la geopolítica mundial. Una, si se quiere, nueva mitología construida sobre las ruinas de la antigua, que, gracias a la colaboración del autor de cómic Brendan McCarthy, otra vez está muy influida por revistas clásicas de la ciencia ficción europea como 2.000 A.D. y Métal Hurlant.

Así pues, Furiosa: De la saga Mad Max no es únicamente una precuela centrada en el memorable personaje de Charlize Theron. También es un muy ambicioso esfuerzo por parte de Miller y su coguinista, Nico Lauthoris, de asentar las bases mitológicas del nuevo universo Mad Max. No solamente ofrece un nuevo contexto postapocalíptico a la historia, mucho más catastrófico (además de, por primera vez, específicamente ambientado en Australia) y más en sintonía con las preocupaciones medioambientales del director. También recupera tanto a personajes como a actores de Furia en la carretera para profundizar en sus alianzas, sus motivaciones y, sobre todo, los rencores personales que allí se planteaban.

Es bien sabido que, durante el largo desarrollo de la película anterior, Miller, McCarthy y Lauthoris profundizaron tanto en Furiosa como para tener material suficiente con el que trenzar un relato independiente. Quizás por eso, a diferencia de Furia en la carretera, que cuando llegó a la gran pantalla (seguramente por los largos años que pasó en preproducción) lo hizo sin un gramo de grasa encima, con una concreción argumental que la aproximaba al cine clásico, Furiosa: De la saga Mad Max es excesiva, grandilocuente y mucho más irregular.

‘Furiosa’ (Warner Bros. Pictures)

Partiendo de que, en ambos casos, el imaginario visual del australiano está fuertemente influido por el western, se podría decir que la primera sería uno de Budd Boetticher y Randolph Scott, y la segunda, un spaghetti tardío de Sergio Leone.

Lo que también tiene mucho que ver con el carácter de cada protagonista. El Max Rockatansky (Tom Hardy) de Furia en la carretera respondía al arquetipo del héroe mitológico clásico y, de hecho, seguía a rajatabla, el arco narrativo establecido por Joseph Campbell, incluida la imposibilidad de asentarse (de nuevo, como los héroes de western de Boetticher/Scott). En cambio, la heroína de Furiosa: De la saga Max Max (Anya Taylor-Joy de joven, Alyla Browne de niña) protagoniza su propia tragedia griega, hasta el punto de que es evidente que, a través de ella, Miller está escribiendo una versión postapocalíptica de la Orestíada de Esquilo. Ya había algo de ello de Mad Max. Salvajes de autopista (1979), pero aquí el director profundiza más en el ciclo obsesivo de venganza, concibiendo así Furia en la carretera como la conclusión del mismo. Y es que, como en Las Euménides, sirve para dar conclusión al mismo a través del perdón y la regeneración social.

Como es lógico, todo lo que resultaba sorprendente, inesperado, en la anterior película aquí suena a reiteración. Desde el juego constante con la colorimetría de Miller y su director de fotografía, Simon Duggan, para darle una pátina irreal a las imágenes, hasta esa concepción imparable y grandilocuente de las set pieces de acción (marcadas también por la ligera aceleración de las imágenes característica del australiano, que les da cierto aire de cine primitivo).

La cuestión es que el director es bien consciente de ello, y saca provecho narrativo de la petición de los productores de volver a darle al público aquello de lo que disfrutó en Furia en la carretera. Así, precisamente en relación a la fuerte influencia de la tragedia griega en la historia, lo que hace Miller es construir una gran rima que convierte el arco narrativo de Furiosa en una serie de inevitables ciclos de pérdida y duelo, que solamente se romperán con otro personaje marcado a fuego por el dolor de la venganza.

‘Furiosa’ (Warner Bros. Pictures)

Mientras, en la anterior, el australiano utilizó los retoques CGI para enfatizar la fisicidad de lo que rodó en el desierto de Namibia, en Furiosa: De la saga Mad Max se ha lanzado de cabeza a aprovechar las posibilidades de los efectos digitales, quizás partiendo de la experiencia de su anterior Tres mil años esperándote. Lo que desemboca, de forma inevitable, en una estética menos vigorosa, más estilizada. Más en sintonía, de hecho, con los excesos de Chris Hemsworth (incluido el maquillaje prostético) como Dementus, que generan un buscado contraste con la interpretación, al mismo tiempo, contenida y tremendamente visceral de una Taylor-Joy que sabe vehicular la energía de Charlize Theron. Tanto es así que, cuando el final de la película encadena con el principio de Furia en la carretera, entendemos de forma inconsciente que se produce una transición natural entre ambas versiones del personaje.