'Hit Man' (Diamond Films)

Crítica ‘Hit Man. Asesino por casualidad’: Con cariño, para Woody

junio 17, 2024
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Al adaptar un artículo del mismo periodista con el que coescribió Bernie, Richard Linklater ofrece un homenaje al cine criminal de Woody Allen, con envoltorio de comedia romántica sobre la fluidez de la identidad contemporánea. Por Tonio L. Alarcón

‘Hit Man’ (Diamond Films)

Las letras blancas sobre fondo negro, con New Orleans Bump de Jerry Roll Morton de fondo, con las que se abren Hit Man. Asesino por casualidad (2023) dejan claro desde el comienzo del metraje que Richard Linklater ha pretendido llevar aquí su particular homenaje a Woody Allen. No creo que le sorprenda a nadie constatar que el director había expresado previamente su admiración hacia películas como Delitos y faltas (1989) o Match Point (2005).

Al fin y al cabo, lo que aquí propone el director tejano, apoyándose para ello en un artículo de Skip Hollandsworth para la revista Texas Monthly, es una variación de las disertaciones allenianas sobre la (a)moralidad y la trascendencia social del asesinato. Es más, incluso cabría decir que la figura de Gary Johnson (Glen Powell), pese a que esté basada en una persona real, funciona como variación del depresivo profesor de filosofía que Joaquin Phoenix interpretaba en Irrational Man (2015).

Hasta el momento en que el guión de Linklater y Powell vira hacia la psicología criminal a lo Allen, Hit Man discurre como una comedia romántica que juguetea con la idea de la identidad fluida. Lo que, por un lado, convierte a su personaje principal en una interesante proyección de la experiencia de los actores dentro de la industria hollywoodiense, en el sentido de que se les explota, obligándoles si hace falta a perder su propia identidad pública (de ahí la variedad de disfraces que usa Gary), en pos de ajustarse a lo que demanda cada proyecto.

‘Hit Man’ (Diamond Films)

Pero, al mismo tiempo, la entrada dentro del relato de Madison (Adria Arjona) introduce una nueva vuelta de tuerca a ese concepto de fingimiento, al plantear hasta qué punto, en las relaciones sentimentales, no queremos tanto conocer de verdad al otro como deseamos que este sea como esperamos. Lo que nos lleva a la idea de moldear a dicha persona para que se ajuste a nuestros deseos y a nuestras necesidades.

La película está narrada desde la perspectiva de Gary, del que sabemos que se transforma lentamente en uno de sus personajes, Ron, para encajar mejor con el ideal masculino del personaje de Arjona. No es casual, sin embargo, que esta última esté un tanto desdibujada frente a su partenaire masculino. No es una torpeza de guión ni una muestra de heterocentrismo, sino que esa deliberada ambigüedad le convierte en la figura más interesante del relato, por la variación de los tropos de la femme fatale que Linklater y Powell están proponiendo a través de ella.

Hay suficientes apuntes a lo largo del metraje para llegar a deducir que Madison no es tan vulnerable como se nos muestra, y que igual que Gary, también se ha moldeado para ajustarse a lo que este desea y necesita. Lo que abre sus secuencias finales a una lectura particularmente perversa, que cuestiona el aparente happy ending que se le está ofreciendo al público.

A medida que su carrera ha ido avanzando, Linklater ha ido abandonando algunos de sus tics formales más propios del cine indie de los 90, para optar, a cambio, por una puesta en escena cada vez más invisible. Su estilo actual, consecuencia de experiencias tan particulares como la trilogía iniciada con Antes de amanecer (1994) o Boyhood (2014), se basa en una mayor naturalidad en la relación de sus actores con la cámara. Para ello, les trata con gran mimo, confiando en la energía de sus interpretaciones para que sostengan algunos de sus planos largos (que están pensados, precisamente, para no fragmentar la intensidad de sus interacciones), y alternando tanto la distancia de la cámara como su angulación para sugerir cómo evolucionan las relaciones personales de sus protagonistas.

‘Hit Man’ (Diamond Films)

Claro que esa falta de intensidad a la hora de narrar provoca una disfunción en los momentos más fuertemente genéricos de Hit Man, en los que el director, que no quiere (o no puede) abrazar unos tropos más noir, depende en exceso del dramatismo que transmiten sus estrellas para que funcionen.

Precisamente, esa atención puesta sobre los intérpretes (o la libertad con la que les permite explorar a sus personajes) es lo que facilita que la película se sostenga sobre la tremenda química que se produce entre Powell y Arjona, incluso cuando el guión titubea a la hora de alternar entre sus dos mitades, o se pierde en esos soliloquios de Gary que intentan (sobre)explicar lo que Allen habría resuelto en un par de conversaciones y algún chiste de humor judío.

Si Hit Man puede resultar sexy sin tener que mostrar nada que ponga nerviosa a la junta de clasificación por edades es, precisamente, por el entendimiento que se genera entre ambos: esas miradas lúbricas que intercambian son los auténticos money shots de una película que se atreve a proponer un juego narrativo complejo, por más que, a la hora de la verdad, se quede a medio gas.