'Joker: Folie À Deux' (Warner Bros. Pictures)

Crítica ‘Joker: Folie À Deux’: Amor loco

octubre 9, 2024
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Aprovechar el éxito internacional de Joker para entregar una secuela tan a contracorriente como Folie À Deux sólo puede calificarse como un auténtico suicidio comercial en forma de corte de mangas a sus fans más irreflexivos. Por Tonio L. Alarcón

‘Joker: Folie À Deux’ (Warner Bros. Pictures)

Uno de los aspectos más interesantes de Joker (2019) era que Todd Philips y su coguionista, Scott Silver, tomaron una sugerencia de Batman: La broma asesina, de Alan Moore y Brian Bolland (el hecho de que el archienemigo de Batman asegure no recordar nunca su pasado de la misma manera), para abrir el largometraje a la interpretación del espectador. Ahí es donde el director se alejaba del cine sucio y deprimente en el que se inspiraba, aquél en el que el Hollywood de los 70 despertó del sueño de Kennedy, para aproximarse a la posmodernidad de obras mucho más próximas en el tiempo como El club de la lucha (1999).

Y no se trata, ni mucho menos, de una comparación al azar. Como la adaptación de David Fincher del libro de Chuck Palahniuk, Joker también fue malinterpretada, y sus estallidos de violencia fueron entendidos como catarsis socioreivindicativas, cuando no eran más que hitos dentro de la progresiva desconexión con la realidad de su desquiciado antihéroe.

De ahí que Joker: Folie À Deux (2024) traicione esa ambigüedad, y que en esta ocasión, el director opte por ser todo lo literal posible dentro de un relato salpicado de fugas musicales que sirven para describir el (desquiciado) romance entre Fleck y Harleen Quinzel (Lady Gaga). Igual que, en Joker, Philips remarcaba la inexistencia de la relación entre el personaje de Phoenix y su vecina Sophie (Zazie Beetz), por si alguien no lo había entendido, aquí diferencia de forma muy clara el planteamiento formal de ambas partes de la historia: un hiperrealismo muy seventies para las secuencias reales, y una estilización que quiere aproximarse al musical de Bob Fosse para las ensoñaciones.

‘Joker: Folie À Deux’ (Warner Bros. Pictures)

Esta secuela no es, pues, tanto una corrección del original como un comentario respecto a la transformación de su psicótico protagonista en una especie de líder espiritual para incels y fascistas, de la misma manera que Tyler Durden (Brad Pitt) se entendió (y sigue entendiéndose) como un ejemplo a seguir, y no el delirio enfebrecido de un esquizofrénico.

Para ello, Philips y Silver han optado, de forma muy inteligente, por aproximarse al impacto sociocultural de los asesinos en serie estadounidenses, transformados mediante la (excesiva) atención mediática en auténticas figuras pop. Una vez institucionalizados, controlados, y analizadas las causas psicopatológicas de sus tendencias homicidas, se pierde el miedo al monstruo e incluso se (re)interpretan sus acciones desde una perspectiva política, incluso romántica.

Desde esa perspectiva, hay que entender al personaje de Lady Gaga como una relectura de la Harley Quinn de los cómics pasada por el filtro de las mujeres fascinadas por los serial killers (llegando al extremo de casarse con ellos o, como las seguidoras de Charles Manson, cometer crímenes en su lugar). Y al mismo tiempo, también la representación corpórea de esa masa de seguidores indeterminados que Fleck fue acumulando desde el clímax de Joker, y que los responsables de Folie À Deux comparan, en cuanto a descerebre e irresponsabilidad, con los fans más irreflexivos del original.

Porque una de las grandes paradojas emocionales que plantea el largometraje es que, aunque el personaje de Phoenix reciba mucha más atención (recordemos que, en el original, se quejaba de su invisibilidad social), al mismo tiempo está más solo que nunca. Con la excepción de su antiguo compañero de trabajo, Gary Puddles (Leigh Gill), el único que, durante el juicio que se celebra en su contra, se dirige a él con sinceridad, nadie de los que le rodean está interesado en entender quién es, en realidad, Fleck.

Lo que quieren es subirse a la ola de su popularidad, sea para recibir una parte de la atención mediática que se le dispensa (resulta muy interesante el retrato que hace la película de Harvey Dent (Harry Lawtey), por cómo su doblez moral proyecta su personalidad de futurible supervillano), sea para participar de forma más o menos activa en el fenómeno sociológico que se ha generado a su alrededor.

‘Joker: Folie À Deux’ (Warner Bros. Pictures)

La imagen del protagonista huyendo, entre el tráfico, de sus desquiciados seguidores (que dan pie a otra sugerencia recogida de un cómic, en este caso Batman: Tres Jokers, de Geoff Johns y Jason Fabok: ¿y si hay varios Príncipes Payasos del Crimen?), representa a la perfección tanto hasta qué punto le han superado las circunstancias como, también, el desconcierto de Philips, y seguramente del propio intérprete, respecto a la acogida de Joker.

El director confesaba que una de sus intenciones respecto a la película original era denunciar hasta qué punto el sistema estadounidense se desentiende de las personas vulnerables, incluso cuando pueden ser tan inestables como Fleck. Y precisamente lo que plantea Folie À Deux es que las rebeliones contra el sistema, como los seguidores del personaje de Phoenix han entendido sus acciones desesperadas (o, de nuevo, las de Tyler Durden), no tienen ningún efecto real.

Los centros de poder están blindados, y por mucho que la gente de a pie crea estar revolucionando el status quo, en realidad siempre va a acabar reequilibrándose en el mismo sentido. La única esperanza de reconciliación con la realidad, nos indican Philips y Silver a medida que las fugas oníricas van perdiendo efecto (y entusiasmo), está en encontrar una cierta paz interior.