'Kinds of Kindness' (Focus Features / Universal Pictures)

Crítica ‘Kinds of Kindness’: La broma eterna

junio 28, 2024
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Tras cinco meses del estreno en salas de Pobres criaturas, el autor griego vuelve a los cines con su última película: un tríptico capitaneado de nuevo por Emma Stone y Willem Dafoe que pasó desapercibido por la 77ª edición del Festival de Cannes. Y ahora entendemos por qué. Por Belit Lago

‘Kinds of Kindness’ (Focus Features / Universal Pictures)

El reconocible ritmo de ‘Sweet Dreams’ pasa de acompañar los créditos iniciales de forma extradiegética a insertarse en la primera secuencia formando parte de la diégesis, destacando una vez más la flexibilidad del dispositivo fílmico, su maleabilidad inequívoca. Aunque lo interesante aquí es lo que proclama el emblemático verso que da título a la canción, una llamativa declaración de intenciones, la pista definitiva de lo que viviremos durante los 165 minutos que prosiguen.

Los universos de autores como Lynch, Aster o Carax comparten su acercamiento al mundo onírico, y es que su cine está intrínsecamente relacionado con aquel recóndito y perverso rincón del subconsciente. En el caso de Lanthimos ocurre algo similar: desde sus inicios ha dado rienda suelta a un imaginario surrealista que, sumado a unas interpretaciones antinaturales, conseguía representar cuestiones capitales como la soledad o el deseo a través de la escenificación de lo extraño. La fusión entre el plano real y el onírico se hace todavía más evidente en Kinds of Kindness, sobre todo en su último tramo, donde se utiliza el sueño como anticipo del futuro inminente, como revelación de la verdad.

Otra clave que surge del icónico tema de Eurythmics se encuentra en la letra de su primera estrofa: “Algunos quieren usarte, otros quieren ser usados por ti.” Y es que esta fábula en tres actos gira precisamente en torno a la idea del sometimiento. Ante un ser todopoderoso, magistralmente interpretado por Dafoe en “La muerte de RMF” y “RMF se come un sándwich” (primera y tercera parte de la película), los sujetos no pueden hacer otra cosa que rendirse ante él. Robert (Plemons) y Emily (Stone) dedican su existencia a satisfacer los deseos de su amo —bien su jefe, bien el líder de una secta—, relación que parece recíproca hasta que los pobres la pifian y deben atenerse a las graves consecuencias. La bondad desmesurada esconde una oscura fijación por las normas, aquellas a las que resulta casi imposible volver una vez son infringidas.

‘Kinds of Kindness’ (Focus Features / Universal Pictures)

Los personajes, interpretados por un elenco extraordinario (merecidísimo premio a Mejor Actor en Cannes para Jesse Plemons), parecen estar siempre buscando aquello que le dé sentido a sus vidas. Algo parecido le ocurre al espectador al enfrentarse al visionado: nos esforzamos en mantener la atención para llegar a las profundidades de la propuesta, hasta que nos damos cuenta de que no hay tal hondura.

Asistimos al despliegue al que nos tiene acostumbrados el cineasta: acumulación de planos detalle, movimientos sugerentes de cámara o recreación constante de situaciones absurdas, para acabar preguntándonos si todo esto nos lleva a algún lugar.

Desde Langosta (2015), Lanthimos empezó a jugar ciertas reglas del cine de Hollywood, sobre todo en temas de puesta en escena, impecables y majestuosas, en consonancia con las historias con las que nos ha sorprendido película tras película.

‘Kinds of Kindness’ (Focus Features / Universal Pictures)

Pobres criaturas servía como exhibición de su descomunal talento, y a su vez encajaba perfectamente en el marco de las superproducciones. En Kinds of Kindness parece entreverse cierta crítica a este mundo del espectáculo utilizando la misma performance como eje de la metáfora.

Los personajes son marionetas al servicio de un Dios supremo, con quien establecen una relación tóxica y disfuncional que bien podría entenderse como su nexo con Hollywood. Parece querer reírse de ese público de masas adicto al blockbuster, pero lo que consigue es que incluso sus fans más incondicionales encontremos la distancia necesaria para valorar este precipitado trabajo como lo que es: un ejercicio de divertimento que se pierde en la reiteración incansable de un discurso pronto agotado.