Como ocurre con otros directores que acostumbran a partir de obras ajenas, Alexander Payne cuenta con una especial sensibilidad a la hora de reconocer en ellas las semillas dramáticas que conectan con sus propios intereses expresivos. Por Tonio L. Alarcón
De ahí que, más que entender Merlusse (1935), de Marcel Pagnol, como un retrato de las deficiencias del sistema escolar francés afín a lo que proponía Jean Vigo en su seminal Cero en conducta (1933) se interesara más por las posibilidades que ofrecía el retrato del huraño profesor que allí interpretaba Henri Poupon. Una figura secundaria respecto al retrato de los alumnos de la escuela, pero en cuya anecdótica relación con el pequeño Villepantoud (apenas desarrollado, pero que ya contiene las semillas del Angus Tully que ahora interpreta Dominic Sessa) supo reconocer el potencial para desarrollar la historia de amistad y de reconocimiento mutuo en torno a la que gira Los que se quedan (The Holdovers, 2023).
Salvo su primer largometraje, la abiertamente política Ruth, una chica sorprendente (1996), el cine de Payne siempre ha girado en torno a las trampas y los vericuetos de la masculinidad normativa.
Precisamente en esa relación, en inicio desigual, entre los personajes de Paul Giamatti y el debutante Sessa, que luego se va tornando amistosa, tanto el director como su guionista David Hemingson ven la posibilidad de explorar cómo los distintos condicionantes sociales (e incluso económicos) pueden llegar a asfixiar a un joven que no encaja. De ahí que, tras una primera parte que, a nivel temático y estructural, funciona como remake de Merlusse, Los que se quedan derive en una road movie mucho más conectada con el cine anterior de Payne, y en la que se profundiza en el reconocimiento y los paralelismos que se producen entre el profesor Paul Hunham (Giamatti) y Tully.
Una dupla respecto a la cual la tercera en discordia, la cocinera Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), aporta la ‘presencia fantasmal’ de su hijo, fallecido en Vietnam, que enriquece todavía más la reflexión que construyen Payne y Hemingson respecto al papel del hombre en la sociedad norteamericana de los 70.
Esa última figura vincula la película a una de sus influencias fundamentales, El último deber (1973), que además sirve para conectar de forma natural su narración en movimiento con el cine de Hal Ashby, que marca profundamente el trabajo de fotografía de Eigil Bryld.
En ese sentido, hay una búsqueda muy consciente, aquí resuelta mediante la aplicación de filtros a las imágenes captadas por cámaras de cine digital Arri Alexa Mini, tanto de una paleta de colores desvaída como de cierto desgaste en las imágenes que acostumbramos a asociar a los largometrajes seventies.
Algo similar ocurre con el trabajo de montaje: debido a sus orígenes dentro de ese aspecto de la creación cinematográfica, en la identidad propia del cine de Ashby siempre resultó fundamental el particular ritmo de sus imágenes, así como su uso expresivo de las transiciones. Una particularidad que Payne y su editor, Kevin Tent, convierten en una de las señas visuales de Los que se quedan. En el ritmo pausado que generan, así como en su confianza en la tensión (y la química) generada por los actores para sostener planos largos, hay algo de rebeldía por parte de su máximo responsable contra la tiranía de ese cine con miedo a aburrir al espectador, que lleva a una acusada tendencia al cambio de encuadre.
Precisamente, uno de los aspectos más interesantes de Los que quedan está en cómo la interacción entre sus actores hace crecer sus respectivos personajes, ya que Payne busca, a través de la confrontación entre sus respectivos estilos interpretativos, una particular viveza.
Por supuesto, el ancla de esa dinámica está en la figura de Giamatti, que viene a construir una evolución del escritor frustrado que interpretaba, con la habilidad que suele demostrar para encarnar la figura del ‘americano medio’, en Entre copas (2004) (ojalá se hubiera mantenido como protagonista de Una vida a lo grande (2017) para construir un fresco todavía más rico).
Sobre sus cimientos, Payne vuelve a hacer crecer, como ha hecho en el resto de su filmografía, a un actor sin experiencia como Sessa, que a cambio inunda el conjunto de una gran frescura. Pero también permite a una actriz valorada, sobre todo, por su trabajo cómico como Randolph despegarse de un concepto del gag más convencional, sobre todo a través de cómo se retroalimenta con Giamatti, que entiende a la perfección el ‘humor bajonero’ de Payne, para establecer entre ambos una especie de comunión emocional especialmente entrañable.
Ficha Los que se quedan (2023)
Título original: The holdovers
Dirección: Alexander Payne
Guion: David Hemingson
Fotografía Eigil Bryld
Música: Mark Orton
Montaje: Kevin Tent
Dirección artística: Ryan Warren Smith
Reparto principal: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Carrie Preston, Gillian Vigman, Tate Donovan, Ian Dolley y Brady Hepner
Productoras: Miramax y Gran Via Productions
Distribuidora en España: Universal Pictures
Fecha de estreno en España: 3 de enero de 2024