'Priscilla' (BTeam Pictures)

Crítica ‘Priscilla’: La jaula de oro

febrero 27, 2024
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El biopic es un subgénero cinematográfico que ha tenido cierta trascendencia en estas últimas décadas. En lo que llevamos de año se han estrenado Maestro (Bradley Cooper, 2023, EUA), Napoleón (Ridley Scott, 2023, EUA) y Ferrari (Michael Mann, 2023, EUA); Bob Marley: One Love (Rienaldo Marcus Green, 2024, EUA) o The Iron Claw (Sean Durkin, 2023, Reino Unido) son las más cercana a su estreno. Si miramos entre el año pasado y el anterior, la lista la ocupan Elvis (Baz Luhrmann, 2022, Australia), Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023, EUA), junto con las corporativas Tetris (Jon S. Baird, EUA, 2023), BlackBerry (Matt Johnson, 2023, Canadá) o AIR (Ben Affleck, 2023, EUA). Es una lista que parece no tener fin. Por Alicia Rambla

‘Priscilla’ (BTeam Pictures)

Toda esta ristra de películas sirve como sustento a una industria cinematográfica cada vez más inestable. Son películas solventes en tanto que aseguran el reconocimiento de sus protagonistas al público y aseguran completar un puzle de las pomposas vidas de las celebridades que, asimismo, sirve como reclamo. Pero también tienen algo más en común todas las piezas anteriormente nombradas: hablan sobre hombres.

Que aparezcan biopics sobre personajes femeninos podría resultar en un oasis en el desierto, no sin perder de vista que cuando un género ya ha sido enormemente explotado, cualquier arena parece la misma. Priscilla (Sofia Coppola, 2023, EUA) se siente una más, pero una más de las otras, de las que son de mujeres. De las atormentadas por los hombres que las acompañan. De las Fridas, de las Dianas, de las Hipatias, de las Venenos, de las Marilyns, de las Camilles… De todas ellas, que son la mayoría. Hay tantos biopics de mujeres víctimas como de hombres exitosos. ¿Es por eso que se sienten innecesarias? Por supuesto que no.

Cuando se habla de la necesidad de incluir nuevas miradas en el cine (que no es más que un sinónimo de redistribuir el espacio que ocupan las películas dirigidas por hombres blancos), se habla de la óptica mediante las cuales se enfocan las historias.

Es importante hablar sobre esto, ya que lejos de ser Priscilla un personaje que bien podría cumplir el tópico de mujer histérica, Coppola la muestra víctima, pero no victimizada. Le quita responsabilidad a Priscilla de su situación mental y pone el foco en el contexto. Y ese contexto tiene nombre y apellidos: Elvis Presley. Lo interesante de la cinta es cómo muestra los engranajes por los cuales hay mujeres que quedan atrapadas en situaciones de maltrato (que es mucho más que una paliza), y no por eso intentar salvarlas en la capacidad de decisión individual de cada una.

‘Priscilla’ (BTeam Pictures)

En la vulnerabilidad en la que se encuentra Priscilla (con catorce años, lejos de su país) no hay cabida para la libertad, más si te encuentras cerca de un agujero negro con tanto poder, fama, éxito y un gran etcétera como el que rodea a Elvis. También sería muy naive pensar que se puede ser vulnerable y no tener que pagar un precio por ello en un mundo dominado por el poder y la fortaleza.

Pero Priscilla no es presa del amor, sino de la admiración hacia un personaje que conoce más por la prensa que por su propia experiencia, una persona que romantiza mediante el tiempo en soledad que le dedica a la espera. Su amor no es amor, es esperanza. Ejemplo claro de esta prórroga constante en la que vive Priscila es después de recibir el reloj que el cantante le regala antes de partir hacia Estados Unidos. El tiempo pasa, los días pasan, los meses pasan, la prensa habla y ella espera quieta, como un perro espera a su amo en la puerta del supermercado. Lo mismo hará posteriormente en Graceland.

En Priscilla, Elvis ocupa un espacio muy pequeño para el espacio que ocupa el cantante en la mente de la protagonista. Priscilla demuestra su existencia mediante el deseo de Elvis hacia ella. Y acepta que mientras él no la mira, ella simplemente no existe, está relegada a habitar un espacio liminal que es Graceland, una gran jaula de oro.

Sofia Coppola, muy inteligentemente, encuadra a Priscilla al lado de un piano vacío en uno de los muchos planos en los que la protagonista deambula por la mansión a la espera de la vuelta del cantante. Es significativo compararla con el piano, porque para Elvis, Priscilla es un instrumento más que tocar y hacerlo sonar a su antojo.

El sonido es también un recurso formal que la directora utiliza para mostrar el aislamiento en el que se encuentra la protagonista. Sería fácil centrarse en la música del cantante de Memphis para que ocupara un espacio sonoro amplio, pero lejos de eso, en la película solo se escucha a Elvis cantar el día que Priscilla lo conoce. La única pizca de su arte que ella podrá experimentar, un caramelito para tenerla atrapada para siempre. Esto dialoga muy bien con la relación que tiene el matrimonio, ya que, como en muchas relaciones abusivas, se encuentra el refuerzo intermitente, el anzuelo envenenado que es el love bombing.

‘Priscilla’ (BTeam Pictures)

Priscilla es, pues, una pieza con una concepción formal bastante coherente, con una óptica bastante fidedigna para representar la male gaze (mirada masculina) a la que están sujetas aún hoy en día muchas mujeres para justificar su existencia.

Sin embargo, reluce en sus formas como un biopic más, donde el fondo y la experiencia que cuenta necesitan de ese altavoz para ser representadas, pero también siendo eso un indicativo de que las películas son algo más que un tema, algo más que representación, aun siendo esto también totalmente necesario.