'Secretos de un escándalo' (Diamond Films)

Crítica ‘Secretos de un escándalo’: El amor que escandalizó al mundo

marzo 6, 2024
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A medida que su carrera ha ido avanzando, Todd Haynes ha pasado de firmar en solitario sus guiones a aceptar proyectos ajenos que, como ha hecho en Secretos de un escándalo, resuenan con sus inquietudes y puede llevarse a su terreno personal. Por Tonio L. Alarcón

‘Secretos de un escándalo’ (Diamond Films)

En manos de un director menos dotado, sin la capacidad de Todd Haynes para añadir capas de complejidad dramática a sus trabajos, el guión de Secretos de un escándalo (2023) habría derivado en una película con un tono de comedia más frontal, más directo. La estructura del guión del matrimonio formado por Samy Burch y Alex Mechanik apunta hacia ello.

Al fin y al cabo, el mecanismo argumental del personaje foráneo que irrumpe en (y desbarata) una realidad ajena es típico de la aproximación al humor que ha caracterizado siempre a uno de los productores de la película, Will Ferrell. De hecho, en la versión de Haynes sigue estando presente ese elemento cómico, pero la incomodidad que provoca la llegada de Elizabeth (Natalie Portman) a la vida de esos sosias de Mary Kay Letourneau y Vili Fualaau que son Gracie (Julianne Moore) y Joe Yoo (Charles Melton) se realza hasta provocar tal perturbación en sus respectivas relaciones que nos aproximamos al terreno de Teorema (1968) de Pasolini.

Uno de los aspectos más interesantes de la película, a ese respecto, está en hasta qué punto su propio punto de partida es un juego de espejos respecto al mismo proyecto. Es decir, la película que está preparando el personaje de Portman es un eco de la que aquí nos brinda Haynes, de la misma manera que su proceso de preparación (y vampirización, pues así se nos describe el trabajo actoral) es análogo al que Moore ha realizado respecto a Letourneau.

El director es perfectamente consciente de que el relato está repleto de resonancias que provocan no sólo que las dos protagonistas vayan convirtiéndose, lentamente, en una especie de doppelgängers, sino también que los conflictos dramáticos se reflejen en diversas direcciones. De ahí que, a la hora de trabajar por primera vez con el director de fotografía Christopher Blauvelt, Haynes haya buscado inspiración en el Bergman de Persona (1966) a la hora de relacionar visualmente a sus dos personajes principales. Por eso le da una particular preeminencia dramática a los espejos (tienen especial importancia las secuencias en las que Portman y Moore comparten uno, colocadas frente al mismo con simetría casi matemática) y otras superficies reflectantes.

‘Secretos de un escándalo’ (Diamond Films)

Los condicionantes de producción (básicamente, el apretado calendario de sus dos estrellas principales) obligaron a Haynes a rodar en solamente 23 días, de ahí que desarrollara, mano a mano con Blauvelt, un planteamiento visual lo más directo y minimalista posible. El propio director señalaba que sus referencias habían sido, de nuevo, Bergman en la muy austera Los comulgantes (1963), pero también Woody Allen (un director, al fin y al cabo, voluntariamente bergmaniano) en Manhattan (1979).

La intención era ahorrar tiempo de rodaje al recurrir, siempre que fuera posible, a planos fijos con la suficiente fuerza expresiva como para captar toda la turbulencia interior de los personajes. Pero también reducir dentro de lo posible el uso de varias cámaras, facilitando así (y naturalizando dentro de las posibilidades de cada localización) el trabajo de iluminación de los planos.

El resultado es que, a diferencia de los largometrajes en los que ha referenciado a su admirado Douglas Sirk, con su riquísimo uso de las grúas y los travellings, aquí nos encontramos con un Haynes mucho más estático y más contenido, para el cual el zoom se convierte en un elemento expresivo fundamental.

En ese sentido, resulta fundamental la conexión de Haynes con una de las directoras que más ha trabajado con Blauvelt, Kelly Reichardt: la búsqueda por parte de ambos de un cierto alejamiento de la hiperfección que ofrece la imagen de las cámaras de cine digital. De ahí que, para contrarrestar la definición 6,5K de la Arri Alexa 65, aquí se hayan usado lentes antiguas y filtros Schneider Radiant Soft (además del añadido de grano digital en algunos planos) para lograr esa apariencia de película antigua, como si fuera una obra perdida de los años 70.

Un aspecto que se complementa a la perfección con la reorquestación que Marcelo Zarvos ha llevado a cabo de la ominosa banda sonora de Michel Legrand para El mensajero (1971), cuya inquietante sonoridad realza la tensión intrínseca al propio relato, aproximándolo en algunos momentos, pese a sus desvíos hacia el humor, al terror psicológico.

‘Secretos de un escándalo’ (Diamond Films)

Pese a que, sobre el papel, no hay relación directa, se puede decir que Secretos de un escándalo forma una especie de trilogía junto a Safe (1995) y Lejos del cielo (2002). No solamente por la presencia como protagonista de Julianne Moore, sino sobre todo porque se trata de tres exploraciones del aislamiento emocional al que la sociedad estadounidense somete a las mujeres que no se conforman con seguir los cauces morales (pre)establecidos.

La diferencia está en que aquí, un poco como ocurría a un nivel sentimental en su anterior Carol (2015), hay un proceso de transferencia entre sus dos protagonistas, que buscan compensar un determinado vacío existencial (y unas limitaciones personales que, se nos insinúa, han sido heredadas de familias que ya vienen heridas por dinámicas familiares tóxicas, cuando no directamente criminales) a través de la ruptura de determinados tabús sociales.