'Siempre nos quedará mañana' (Bteam Pictures)

Crítica ‘Siempre nos quedará mañana’: La ilusión del porvenir

mayo 7, 2024
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La actriz Paola Cortellesi debuta tras las cámaras con una commedia all’italiana con trasfondo dramático que retrata a una familia romana tras la guerra, contexto histórico que supuso un cambio en la vida de las mujeres con la llegada del voto femenino a Italia en 1946. Por Belit Lago

‘Siempre nos quedará mañana’ (Bteam Pictures)

Cortellesi ha dedicado su carrera profesional a la interpretación en cine y teatro, pero también a la canción y la elaboración de guiones. Siempre nos quedará mañana, que acaba de recoger seis Premios Donatello, ha supuesto su ópera prima como directora, que también protagoniza y escribe, junto a Furio Andreotti y Giulia Calenda.

El filme, que ha superado en la taquilla italiana al fenómeno Barbie (Greta Gerwig, 2023), se centra en Delia, una ama de casa maltratada por su marido que compagina las tareas del hogar con pequeños trabajos fuera de casa, con el fin de colaborar en la economía doméstica y sacar a sus hijos adelante. Su historia, que representa la invisibilidad a la que estaban condenadas las mujeres de la época, ocupando un espacio eclipsado por la figura masculina, es una entre un millón. Nadie recuerda a las verdaderas heroínas que aprendieron a escribir a escondidas porque su género les imposibilitaba la entrada a la escuela, que se esforzaban por alimentar a una familia azotada por la miseria o a quienes no se les permitía hablar demasiado porque su opinión no importaba.

Cortellesi rinde homenaje a todas ellas en este acto de justicia histórica, donde los personajes femeninos se convierten en el centro de interés de una realidad muchas veces olvidada.

‘Siempre nos quedará mañana’ (Bteam Pictures)

La relación abusiva entre el matrimonio protagonista aparece ya en la primera escena, donde tras un amable ‘buongiorno’, Delia recibe una bofetada de Ivano, a quien lo único que le borra la mueca de enfado permanente que invade su rostro es juntarse en el bar con sus amigos. La directora opta por dejar gran parte de la violencia física fuera de campo, confiando en el poder de la imaginación del espectador, obviando el subrayado dramático. Lo que vemos son las consecuencias de esos golpes: una tristeza que el personaje se esfuerza en ocultar, sobre todo en presencia de sus hijos, y unas heridas ante las que nadie se atreve a  reaccionar.

El papel del marido se ve reforzado por su padre enfermo, que desde una cama que rara vez abandona, instruye al hijo en cómo (mal)tratar a su esposa, aun siendo esta la encargada principal de sus cuidados. El problema de Delia, según él, es que no sabe mantener la boca cerrada, ofreciendo así un retrato de la mujer ideal, aquella que sirve sin rechistar, que cumple sin quejarse.

Cuando Marcella, la hija mayor, se promete con el hijo de la familia burguesa que regenta la cafetería del pueblo, el entusiasmo inicial irá desvaneciéndose a medida que la madre observe en Giulio las mismas actitudes machistas que ella misma vivió durante su noviazgo con Ivano. Siendo el matrimonio la única salida de la joven ante la opresión perpetuada por el padre y el abuelo, la posibilidad de escapatoria se verá truncada por la determinación de una madre coraje, que intentará por todos los medios evitar el fatídico enlace.

Delia proyecta en su hija la vida que nunca tuvo, aquella a la que renunció casándose con el hombre equivocado. Nino, su amor de juventud, quien sigue profesando su adoración por ella, le propondrá un plan de huida, un cambio radical que le permitiría despertar de la pesadilla en la que se ha convertido su existencia. El mero hecho de reflexionar sobre la posibilidad de dejarlo todo atrás, pone en marcha la transformación interna del personaje, que por fin se escucha a sí misma y es capaz de tomar sus propias decisiones.

La estética en blanco y negro y el formato 4:3 recuerdan a las producciones del neorrealismo italiano, que precisamente se centraban en mostrar las terribles consecuencias de la guerra: el empobrecimiento de una sociedad a quien no le quedó más remedio que aprender a sobrevivir ante la escasez de recursos. Actrices como Anna Magnani, que representó la fortaleza de la feminidad en obras como Roma, ciudad abierta (Rossellini, 1945), sirven como referentes a Cortellesi para la creación de su protagonista.

‘Siempre nos quedará mañana’ (Bteam Pictures)

Delia, aun estando subyugada a la autoridad del marido, que a la vez es descrito como un sujeto ridículo, encuentra cierta emancipación en el dinero que va separando de lo que gana poniendo inyecciones a domicilio o haciendo remiendos. Ella camina hacia adelante, con ese mañana del título siempre en mente, imaginando un futuro mejor para todas, una libertad soñada que, pese a los evidentes avances transcurridos desde entonces, aún queda lejos de la anhelada igualdad por la que hoy en día seguimos luchando.

Siempre nos quedará mañana sirve a la directora para destacar problemáticas del presente a través de una puesta en escena clásica, en la que se mezclan canciones contemporáneas con música de la época y donde pueden verse representadas, no solo las abuelas que recuerdan con amarga melancolía aquellos años, sino también aquellas mujeres que en algún momento han sacado las fuerzas necesarias para dar un paso al frente y convertirse en el centro de sus vidas.