España se ha consolidado en las últimas dos décadas como un destino privilegiado para la industria audiovisual internacional, en concreto para las grandes producciones de Hollywood y del sector televisivo anglosajón, debido a una combinación de factores que van mucho más allá de la belleza de sus paisajes o de la riqueza de su patrimonio monumental, que tampoco hay que perder de vista. Por Fer S. Carrascosa

De este modo, lo que hace que un productor o un localizador considere a España como opción prioritaria son las condiciones que facilitan y abaratan el proceso de rodaje, tales como los incentivos fiscales, la enorme agilidad de las tramitaciones por parte de las film commissions, la diversidad de escenarios naturales y urbanos en distancias cortas, y una infraestructura técnica que se ha ido mejorando con cada superproducción que ha pasado por nuestro país.
En materia de incentivos fiscales España ha reformado de manera progresiva su legislación para situarse a la altura de los territorios europeos más competitivos. Por este motivo, un rodaje extranjero que invierte un mínimo de un millón de euros en territorio español, o de 200.000 euros en el caso de series, puede beneficiarse de algunas suculentas deducciones fiscales que abaraten la producción. Estos beneficios se amplían de manera significativa en algunos territorios como Canarias, Navarra o Euskadi.
Para acceder a estas ventajas es requisito indispensable contar con una empresa española como productora ejecutiva de servicios y obtener del ICAA un informe de carácter cultural que acredite la elegibilidad del proyecto, haciendo que la propia industria española se beneficie de ello.
A este modelo tributario también se une la existencia de un ecosistema institucional sólido en el que las film commissions desempeñan un papel esencial. Cada comunidad autónoma, y también muchas de las capitales de provincia, cuentan con organismos que actúan para facilitar la tramitación de los permisos necesarios en espacios públicos, coordinarse con las autoridades locales para los cortes de tráfico o el despliegue de policía municipal en caso de que fuera necesario, y garantizar la compatibilidad entre la filmación y la vida cotidiana de las ciudades.
En aquellos territorios que tienen un abundante patrimonio histórico, las film commissions sirven también de enlace con los gestores de esos monumentos y con las consejerías de cultura que deben autorizar cualquier intervención sobre edificios protegidos.
En la práctica, esto significa que una productora extranjera que quiera rodar en una ciudad histórica o en un monumento como por ejemplo el Real Alcázar de Sevilla, puede encontrar en la film commission local un interlocutor que centraliza todos esos procesos que de otro modo obligarían a llevar a cabo múltiples gestiones burocráticas separadas.
La diversidad geográfica de España es otro atractivo incuestionable. A pocas horas de distancia se pueden encontrar paisajes desérticos como los de Almería, bosques húmedos en el País Vasco, arquitectura medieval perfectamente conservada en Castilla y León o en Extremadura, playas volcánicas en Canarias y también localizaciones urbanas de estilo más moderno en ciudades como Barcelona o Madrid.
Esta concentración de contrastes permite a las producciones tener a su alcance una gran diversidad de escenarios minimizando los traslados de larga distancia, con su correspondiente ahorro de tiempo y dinero. Teniendo en cuenta todos estos aspectos mencionados, conviene analizar cómo se han implementado durante las últimas décadas en producciones famosas y reconocibles para el espectador medio.
Algunos casos de éxito
Por ejemplo, la mediática serie Juego de Tronos, creada por David Benioff y D. B. Weiss, que se convirtió en todo un fenómeno de masas durante la década anterior, incorporó a su trama a partir de su quinta temporada numerosas localizaciones españolas que se convirtieron en una de las partes más reconocibles de su identidad visual.
Por ejemplo, el Real Alcázar de Sevilla fue transformado en los Jardines del Agua de Dorne, una de las localizaciones más reconocibles de toda la ficción.
Para lograrlo fueron necesarios un buen número de permisos que incluían tanto la autorización municipal como la coordinación con el Patronato del Alcázar y con la Junta de Andalucía que garantizase la conservación del patrimonio. Así pues, las tarifas por el uso del monumento, las limitaciones horarias a los turistas, y la obligación de trabajar con técnicos especializados en conservación marcaron tanto el calendario de rodaje como el presupuesto de producción.
Del mismo modo, la plaza de toros de la localidad sevillana de Osuna se convirtió en la arena de combate de Meereen, y para ello, el Ayuntamiento cerró temporalmente el recinto, habilitando espacios para el equipo de rodaje y movilizando a centenares de extras locales que fueron seleccionados mediante un casting masivo. La repercusión económica para la localidad fue enorme, tanto por los pagos a los figurantes como por la ocupación hotelera y el consumo en restaurantes, además de la promoción turística derivada de la visibilidad internacional.

La producción de la serie también se desplazó hasta Almería donde se rodaron varias escenas en la Alcazaba, así como en otros espacios monumentales, lo que supuso nuevos ingresos económicos más allá de la reglamentación de permisos y de la elaboración de un plan de conservación que no pusiera en peligro estos enclaves históricos.
También en Girona, donde la catedral y el barrio antiguo sirvieron para recrear Desembarco del Rey y Braavos, obligando a cortar un buen número de calles, así como a la retirada de mobiliario urbano que rompía la estética durante varios días. En todos estos casos la negociación con las autoridades locales incluyeron la correspondiente planificación de los cortes de tráfico, la compensación a comerciantes y la coordinación con cuerpos de seguridad, tal y como ya hemos comentado anteriormente.
También cabe destacar la localización del islote de Gaztelugatxe, ubicado en la localidad vizcaína de Bermeo, que se utilizó para recrear Rocadragón, residencia de la casa Targaryen, y que requirió de un costoso y complejo dispositivo logístico para poder trasladar tanto al equipo como el material hasta un lugar natural de difícil acceso, al que hubo que añadir las correspondientes medidas de protección ambiental destinadas a preservar un entorno de alto valor ecológico y turístico.
Por su parte, la precuela de la serie, La casa del dragón, creada por Ryan Condal y Miguel Sapochnik, elevó incluso un grado más la utilización de escenarios españoles respecto a su predecesora, con Cáceres y Trujillo como centros neurálgicos de su primera temporada, que también fueron utilizadas para la siguiente temporada.
En la ciudad de Cáceres se intervinieron plazas y calles del casco histórico como la Plaza de San Jorge, la Plaza de Santa María, el Arco de la Estrella, la Cuesta de la Compañía o la Calle Amargura, en las que se cubrieron señales de tráfico modernas, se ocultaron los cableados y se retiraron elementos anacrónicos para darle fidelidad a la ambientación, además de instalar estructuras temporales que terminaron de transformaron la ciudad en un entorno medieval.
La colaboración del Ayuntamiento de Cáceres ayudó a planificar junto con la productora el cierre al tráfico peatonal y los vehículos en determinadas franjas horarias, destinando efectivos de policía local a garantizar la seguridad y el perímetro del rodaje. Un aspecto interesante en este caso fue que la negociación entre ambas partes incluyó un debate interesante sobre qué elementos escenográficos podían permanecer en la ciudad tras el rodaje como recuerdo o atractivo turístico, tal y como ocurrió con una fuente construida para la serie que el ayuntamiento solicitó conservar, lo que demuestra que los rodajes no solo implican un uso temporal del espacio público, sino que también dejan huellas materiales o simbólicas que añaden un atractivo notable al patrimonio de la ciudad.
Del mismo modo, la Plaza Mayor de Trujillo fue vallada y reservada en exclusiva para la filmación de la serie durante varios días, adaptando las fachadas con decorados concretos a los que se añadió un mercado ficticio que exigió una coordinación estrecha con el consistorio y con los residentes. Los establecimientos de hostelería que debieron cerrar para el rodaje recibieron compensaciones económicas que, según la prensa local, fueron de alrededor de mil euros por local.
Así pues, la lección que dejaron los rodajes tanto de Juego de Tronos como de La casa del dragón es lo vital que resulta un estudio detallado que contemple la estética del lugar, las condiciones de acceso, los límites de intervención sobre el patrimonio, los costes derivados de la transformación urbana, las compensaciones a la comunidad y los calendarios compatibles con la vida cotidiana. España ofrece escenarios únicos, pero aprovecharlos requiere una planificación exhaustiva y una relación fluida con las instituciones locales y autonómica.

Más allá de estas dos producciones, también podemos destacar el rodaje de la serie británica The Crown, creada por Peter Morgan, porque su relación con España ejemplifica a la perfección la lógica operativa que explica por qué las grandes series internacionales eligen localizaciones españolas para doblar geografías ajenas.
En este caso, se utilizaron distintos emplazamientos en Andalucía y Mallorca para representar destinos tan diversos como islas caribeñas, puertos australianos o costas mediterráneas. En algunos de estos casos concretos la producción negoció con la Andalucía Film Commission y con los Ayuntamientos de Cádiz y San Fernando para la utilización del puerto de Cádiz y de la Universidad del Río de San Pedro, así como de algunos tramos de costa en la provincia para replicar localizaciones internacionales, con las correspondientes exigencias de cierres de vías, acondicionamientos de espacios, y la obligación de presentar pólizas de seguro de responsabilidad civil que cubran desde daños patrimoniales hasta riesgos para el público y extras.
Estas autorizaciones se tramitan a través de las film commissions autonómicas y municipales y, según las guías regionales, suelen requerir una documentación que incluye el proyecto técnico de intervención, un plan de seguridad y la evaluación del impacto en el patrimonio cuando se interviene un bien protegido. Todo ello, debe ser aportado con semanas de antelación para obtener las autorizaciones necesarias.
Otro caso es el del filme Exodus: Dioses y reyes (2014), dirigido por Ridley Scott, que ofrece un ejemplo clásico de la explotación de los recursos naturales de Almería para grandes superproducciones, con jornadas de rodaje en el desierto de Tabernas, así como en Sierra Alhamilla.
En esta ocasión, las playas de Fuerteventura fueron elegidas para las escenas del Mar Rojo, y una vez más, estas decisiones implicaron permisos específicos de los ayuntamientos de Tabernas y de las autoridades de parques naturales cuando se trabajó cerca de áreas protegidas, lo que obligó a la producción a tramitar autorizaciones aeronáuticas para realizar algunas tomas desde helicóptero y drones, así como los permisos aduaneros y logísticos necesario para la importación temporal de los equipos de rodaje. Este rodaje, que comenzó en octubre de 2013 en Tabernas, se extendió a Fuerteventura y se terminó de rematar en los platós ingleses, todo ello en una operación de casi 75 días que combinó los rodaje en exteriores con un plan de efectos visuales que implicó la creación posterior de espectros digitales masivos, lo que hoy en día es relevante para valorar el balance entre rodaje práctico y VFX en el presupuesto final y en la planificación del tiempo en localización.

La práctica de construir pueblos temporales y sets completos sobre suelo agrícola, como vemos en la película Asteroid City (2023) de Wes Anderson plantea otro tipo de problema operativo que interesa especialmente a los productores, ya que la película montó un poblado completo en las inmediaciones de Chinchón, en la Comunidad de Madrid, y ese montaje implicó permisos de ocupación de suelo rústico, contratos de arrendamiento de parcelas, coordinación con propietarios y ayuntamiento, y un calendario cerrado de montaje y desmontaje que debía garantizar la restitución del terreno en las condiciones anteriores al rodaje.
En este sentido, todas las decisiones de diseño del director y del equipo de arte condujeron a un enorme despliegue de carpintería, utilería y sets que, por su escala, exigió contratación local de carpinteros y logística de transporte pesado, así como acuerdos de alojamiento para centenares de personas en localidades cercanas, todo ello supervisado por Film Madrid Region y con la cláusula contractual habitual de la devolución del terreno y la indemnización por cualquier daño causante, más un plan de restauración final que se documenta por escrito.
También es reseñable el caso de El reino de los cielos (2005), nuevamente dirigida por Ridley Scott, que sirve de ejemplo de cómo una superproducción intercala rodajes en España con rodajes en países vecinos para conseguir la combinación óptima entre sets construidos y espacios monumentales reales. Esta película empleó el Castillo de Loarre en Huesca para rodar las secuencias de la fortaleza, así como otras localizaciones en Sevilla, Ávila, Segovia y Palma del Río.
A ellas, se sumaron los rodajes en localizaciones fuera de nuestra fronteras, como es el caso de Ouarzazate, en Marruecos.
El trabajo en Loarre obligó a negociar con la administración autonómica de Aragón y con los gestores del bien patrimonial condiciones muy estrictas sobre anclajes, movimientos de utilería en salas y torreones, horarios y supervisión por restauradores para evitar daños.

Por último, Terminator: Destino oscuro (2019) de Tim Miller es un buen ejemplo para estudiar aquellas decisiones en las que se sustituye un emplazamiento geográfico por razones de seguridad, coste y logística. En ese caso, la producción optó por rodar escenas situadas narrativamente en México en barrios de Madrid como Pueblo Nuevo y Lavapiés, a las que también se sumaron poblaciones costeras de Almería como la Isleta del Moro.
De este modo, la sustitución de México por España conllevó un ahorro de costes y una reducción de riesgos físicos para la producción, pero obligó a incluir en el plan de trabajo una fase de “dressing” urbano y una unidad de continuidad estética que garantizara la verosimilitud.
Gracias a todos estos ejemplos, podemos concluir que la experiencia acumulada por España en el rodaje de grandes producciones internacionales demuestra que el país no solo dispone de un patrimonio natural y cultural excepcional, sino también de un marco institucional, fiscal y logístico que le permite competir en igualdad de condiciones con otros territorios europeos de referencia.
Las film commissions, los incentivos económicos, la capacidad técnica de los profesionales locales y la predisposición de ayuntamientos y comunidades autónomas han convertido a España en un espacio idóneo para que las producciones más ambiciosas encuentren soluciones creativas y operativas a sus necesidades.