'Bikeriders. La ley del asfalto' (Universal Pictures)

Crítica ‘Bikeriders’: No hay auge sin caída

julio 12, 2024
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Después de siete años desde Loving, Jeff Nichols reaparece con una adrenalínica historia plagada de testosterona: el retrato de los Vandals, una banda de moteros del medio oeste durante la década de los 60. Por Belit Lago

‘Bikeriders. La ley del asfalto’ (Universal Pictures)

Cuando pensamos en películas de moteros, muchos conectamos inmediatamente con uno de los tótems del cine moderno, aquella road movie protagonizada por Peter Fonda en la que algunos nos topamos por sorpresa con un joven Jack Nicholson, aunque para entonces el actor ya había participado en más de veinte producciones. Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) aterrizaba en el panorama cinematográfico de la época como un soplo de aire fresco: la dupla Fonda y Hopper (guionistas de la cinta junto a Terry Southern) demostraba las infinitas posibilidades del séptimo arte; habían encontrado una nueva manera de explicar historias, experimentando tanto en el ámbito técnico como en el artístico.

Más reciente y dentro del terreno de las series, Sons of Anarchy (2008-2014) proponía un ajustado equilibrio entre violencia y dramatismo, apostando por la profundidad de unos personajes-antihéroes que se dedicaban a la venta ilegal de armas. Ficción pura y dura. No es exactamente el caso de Bikeriders, donde Jeff Nichols se inspira en el libro homónimo de Danny Lyon, considerado uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX dentro del género del documental.

De 1963 a 1967, Lyon se dedicó a retratar a moteros del medio oeste con la intención de glorificar sus vidas. Su interés fue tal, que acabó formando parte de los Chicago Outlaws, con quienes compartiría carreras durante una temporada.

‘Bikeriders. La ley del asfalto’ (Universal Pictures)

Johnny (Tom Hardy) es el fundador de los Vandals, club que busca crear una red de apoyo donde la camaradería entre hombres y el compañerismo prevalezca frente a todo lo demás. Su apariencia de tipo (muy) duro, en consonancia con otros papeles de Hardy —Alfie en Peaky Blinders o Bane en El caballero oscuro—, genera cierta distancia inicial, pero a medida que nos sumergimos en la cotidianidad de esta pandilla, nos daremos cuenta de que el cabecilla no es, en absoluto, el menos accesible. Leal y fiel a todos los miembros de su banda, acabará ganándose, también, el aprecio de aquellos espectadores que se entreguen por completo a la nostálgica aventura sobre ruedas que nos propone el director de Mud (2012).

Con quien seguramente no lleguemos a empatizar del todo sea con Benny, un Austin Butler que no hace más que demostrar sus inconmensurables dotes interpretativas que, sin ir más lejos, dejaba ya claras en Dune 2. De carácter hermético e inquebrantable, Benny encarna la esencia del líder nato, que a su vez es incapaz de aceptar la responsabilidad que esto conlleva.

Johnny parece perseguirlo durante gran parte de la segunda mitad con el objetivo de coronarlo como su sucesor, pero Benny nunca da su mano a torcer: prefiere la libertad a convertirse en el capitán de un club que, para qué engañarnos, tampoco se encuentra en su mejor momento.

Pese a contar con dos protagonistas monumentales, respaldados por unos secundarios de lujo (Michael Shannon, Norman Reedus o Karl Glusman, entre otros), aquí la perspectiva no la toma ningún macho: la pareja de Benny, Kathy (Jodie Comer), será quien nos narre la trayectoria de los Vandals, desde su fundación en 1965 hasta su declive ya en los años setenta. Aunque en realidad a quien se lo cuenta es al periodista y fotógrafo interpretado por Mike Faist (Rivales, 2024), una especie de alter ego de Danny Lyon.

‘Bikeriders. La ley del asfalto’ (Universal Pictures)

En este sentido, Bikeriders presenta conexiones ineludibles con el último film de Sofia Coppola. La secuencia en la que Kathy conoce a Benny, en medio de un bullicioso antro arrebatado de hombres que gritan más que hablan, nos transporta al momento en que Priscilla quedaba ensimismada al ver a Elvis por primera vez.

El recurso narrativo de conocer al protagonista masculino desde una óptica femenina —la de la esposa—, también enlaza ambas producciones, así como el papel de madre-cuidadora que acaban acatando ambas mujeres, en cierto modo rendidas a unos maridos demasiado inmaduros como para afrontar los compromisos de la vida adulta.