Crítica ‘Volveréis’: Sin trampa ni cartón

agosto 28, 2024
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Jonás Trueba se encarga de cerrar con broche de oro el verano con el estreno en cines de su último trabajo. Volveréis, Mejor Película Europea en la pasada Quincena de Realizadores, llega a salas después de clausurar la 14a edición de Atlàntida Mallorca Film Fest.  Por Belit Lago

Volveréis

La primera vez que vi un divorcio como excusa para organizar una fiesta fue en una serie cómica cuyo nombre no recordaba. Rastreando en Internet, descubro que se trata de You’re the Worst (Stephen Falk, 2014-2019), pero también que dicho acontecimiento se ha convertido en una moda, tanto en la ficción como en la vida real.

Varios artículos de actualidad explican cómo los organizadores de eventos han aprovechado el filón para adoptar esta excentricidad estadounidense y sacarle rédito a la aparente desgracia. Festejar el comienzo de una nueva vida a modo de anti-boda ya no es ninguna locura.

Trueba parte de esta idea para construir un relato sobre el fin del amor adulto. Consigue escapar del drama casi inherente a la extinción de las relaciones y pone el foco, sobre todo, en las reacciones de los que forman parte del contexto, dejando en un segundo plano las emociones de unos protagonistas que apenas mutan a lo largo del filme, cuyas conversaciones giran en torno a la planificación de lo que está a punto de ocurrir: la fiesta.

Itsaso Arana en Volver

Alex (Alejandro) y Ale (Alejandra) llevan juntos catorce años. Cuando deciden cortar de mutuo acuerdo, parecen más preocupados por cómo se lo van a tomar sus amigos y familiares que por la realidad inminente: la bifurcación del camino que tanto tiempo llevan transitando juntos.

La primera secuencia, apoyada en un montaje paralelo y en el uso de la pantalla partida, nos lleva directamente a Vortex (Gaspar Noé, 2021), un retrato bastante distinto del ocaso de un vínculo afectivo que se debilita debido a la enfermedad y que acaba desvaneciéndose por la inevitabilidad de la muerte. Las rutinas de ambos se entremezclan, pero a la vez quedan estrictamente divididas, inaugurando el principio del fin, el colofón de una etapa que, tal y como los personajes anuncian constantemente, está a punto de expirar. “Nos vamos a separar”, comentan a todos aquellos a los que invitan al curioso evento, aunque nunca se atreven a pronunciar con determinación que se han separado.

Verbalizar la ruptura, especialmente cuando no ha ocurrido nada localizable que sirva como excusa ni el amor se ha extinguido, da vértigo. El confort de situarse en la irrealidad de un futuro aún por escribir, la probabilidad de que dicha decisión no llegue nunca a materializarse, facilita la asimilación de lo inmediato.

Como ya ocurría en la ópera prima de Itsaso Arana, quien forma equipo junto a Jonás y su compañero de reparto Vito Sanz en la escritura del guion, encontramos una conexión directa con el amor al cine que se materializa en la inclusión del plano metacinematográfico.

Jonás Trueba dirige Volver

Si en Las chicas están bien (2023) cinco actrices se trasladaban al campo para ensayar una obra que se escribía a medida que avanzaba la trama, tomando como referencia sus propias conversaciones, en Volveréis, la imbricación entre ficción y realidad da un paso más y es la propia película la que se va montando a medida que pasan los minutos.

Ale (Arana), que es cineasta y está rodando con Alex (Vito Sanz) como protagonista, nos lleva a la sala de montaje en varias ocasiones para recuperar escenas que, o ya hemos visto, o estamos a punto de ver, abriendo un interesante diálogo con el público, un juego de saltos y repeticiones donde la cinta gana fuerza y se construye como un ejercicio inteligente y perfectamente formulado.

El espectador que abraza las particularidades del modus operandi de Jonás Trueba aceptará con entusiasmo su voluntad de explicarnos una historia desde el naturalismo de lo cotidiano a la vez que intenta visibilizar el dispositivo fílmico, destacando sus trampas y artificios. El director de Tenéis que venir a verla (2022) crea un universo simulado en el que nos sumergimos desde el primer plano: en la cama, Ale y Alex comentan que lo que están viviendo en ese preciso instante podría formar parte de una película, destapando, antes que nada ocurra, el engaño al que nos enfrentamos cada vez que vamos al cine.