A quien esté familiarizado con Hollywood no hará falta explicarle que su evolución está lejos de basarse en la búsqueda de la originalidad; un concepto, por otra parte, discutible en el ámbito de la cultura. La Meca del Cine ha preferido sistematizar a lo largo de su siglo de existencia la reinvención de un puñado de imaginarios y arquetipos esenciales, a fin de que fueran capaces de adaptarse con éxito a las tendencias sociales y los adelantos tecnológicos de cada periodo histórico. Por Diego Salgado

Para la cultura de masas, y el cine comercial no es una excepción, los principios de lo alternativo, lo diferente, lo radical, constituyen tan solo cantos de sirena, puertas disimuladas de entrada al (re)conocimiento último por el espectador de emociones atemporales y valores universales.
Las fórmulas que han garantizado a Hollywood materializar el eterno retomo de determinados imaginarios y arquetipos han sido muchas, y han acelerado su ritmo de circulación y agotamiento a medida que la industria estadounidense perdía terreno en el ecosistema del entretenimiento a favor de cinematografias foráneas, nuevos medios y formatos de ocio, y otras concepciones de la representación.
La fórmula más llamativa en los últimos años es la de la recuela, como han puesto de manifiesto Jurassic World (2015), La noche de Halloween (2018), Scream (2022) o la serie Cobra Kai (2018-2025).
Acuñado en 2018 por el comentarista James Rolfe en el canal de YouTube Cinemassacre, el término recuela procede de otros dos con más solera entre los cinéfilos: la secuela o continuación de un filme taquillero, y el reboot o relectura para una nueva generación de un universo de ficción asimismo popular.
Es importante destacar en este punto que hablamos de reboot y no de remake. Mientras que el remake versiona un clásico de mayor o menor importancia, o, si se prefiere, explota de manera vergonzante una marca con solera -véase Psicosis (1998) respecto de Psicosis (1960)-, el reboot reconoce abiertamente la existencia de película(s) anterior(es), que aspira a superar no solo actualizando la misma historia, sino explotando el lore, todo un universo de ficción ya conocido, otorgándole un grado de coherencia y profundidad inédito; uno de los casos más celebrados de reboot es el que llevó a cabo Christopher Nolan con Batman Begins (2005), inicio de una trilogía sobre el hombre murciélago muy fructífera a la hora de repensar la figura del superhéroe más allá de la impronta en el imaginario popular de las cuatro películas que realizaron Tim Burton y otros directores entre 1989 y 1997.

Aunque puedan rastrearse en el pasado recuelas como Terrorificamente muertos (1987) o Shaft: The Return (2000), cabe considerar Jurassic World una muestra tan pionera como depurada del fenómeno tal y como lo entendemos una década más tarde, la película que oficializó la recuela merced a su enorme repercusión en taquilla.
Jurassic World funciona como secuela explícita de Parque Jurásico (1993) al citarse una y otra vez personajes y eventos acaecidos en el filme de Steven Spielberg. Y, al mismo tiempo, clona sin disimulos su estructura, añadiendo eso sí aquí y allá alteraciones y un plus de sofisticación al gusto de audiencias tan sabias —o tan cínicas, lo que estime cada cual— como Colín Trevorrow y demás responsables de resucitar la franquicia jurásica quince años después de su anterior entrega, Parque jurásico III (2001).
La recuela es una tendencia interesante, pues nos habla de dos o tres generaciones de espectadores que han integrado en su ADN social, cultural y emocional determinados universos de ficción, no ya gracias al visionado insistente de las películas que lo conforman en televisión, Blu-ray o plataformas de streaming; también, por la multiplicación y manipulación de sus instantes más icónicos a través del merchandising, los videojuegos y los parques temáticos, el meme y el gif, las polémicas virtuales…
En este sentido, aunque a menudo se habla de nostalgia para explicar el recurso del cine comercial contemporáneo a las secuelas, las precuelas, los remakes, los reboots y las recuelas, no hay que perder de vista el hecho de que las imágenes producidas por el cine o la televisión han perdido valor expresivo, se han convertido en signos comunicativos e iconográficos en toda regla; formas de lenguaje mediante las cuales los usuarios del móvil y las redes sociales se sienten un poco más en contacto con sus semejantes.

En un mundo cada día más atomizado y precario a todos los niveles, las imágenes no reconocibles de inmediato, extrañas, incrementan el estrés, mientras que las familiares procuran un confort que trasciende el sentimiento de nostalgia para hablamos de respuestas condicionadas, reacciones puramente pavlovianas, que alcanzan el paroxismo ante los emblemas o marcas que identifican a las IPs o propiedades intelectuales gestionadas por el capitalismo creativo.
En cualquier caso, la recuela permite al cine comercial proclamar con orgullo de dónde viene y dónde ambiciona dirigirse en el seno de los propios relatos, y adaptarse con sentido de la oportunidad y el oportunismo a los sentires ideológicos coyunturales en tomo a la franquicia de que se trate y, por extensión, los rumbos de la cultura popular.
Por último, la recuela legitima como derivas de la ficción las tortuosas dinámicas de producción de las corporaciones del entretenimiento a lo largo de las décadas. Dichas dinámicas, por otro lado, no son tan calculadas y previsibles como podía esperarse: responden a corrientes profundas del zeitgeist cuya salida repentina a la superficie apunta a una necesidad desatendida hasta entonces.

¿Cómo, si no, se explica que, lejos de ser una anomalía a imitar, una excepción en el panorama del mainstream, Jurassic World se viese acompañada en las carteleras de todo el mundo el mismo año de su estreno, 2015, por un aluvión de recuelas entre las que se contaron Creed, Mad Max: Furia en la carretera, Star Wars: El despertar de la Fuerza y Terminator Génesis?
Con la salvedad de Mad Max: Furia en la carretera, cuyo artífice, George Miller, ha primado siempre en sus películas sobre persecuciones automovilísticas en el Apocalipsis la pervivencia del mito sobre la continuidad narrativa, todas las películas citadas compartían una articulación particular de la recuela que abrazaría la segunda continuación de Jurassic World, Jurassic World: Dominion (2022). Nos referimos a su condición de legacy sequels, secuelas tardías o secuelas con herencia.
Por ejemplo, a Star Wars: El despertar de la Fuerza, costosa resurrección por Disney de la marca Star Wars tras su adquisición en 2012 de Lucasfilm, no le bastó con ser una continuación de El retorno del Jedi (1983) y un reboot de La guerra de las galaxias (1977). Por añadidura, incluyó en su reparto a los protagonistas de ambas películas y El imperio contraataca (1980) —Carrie Fisher, Harrison Ford, Mark Hammill— a fin de que sus venerables presencias brindasen aún más legitimidad a la continuación de las aventuras galácticas ideadas por George Lucas medio siglo antes.

Las legacy sequels son el tipo de recuelas que más ingeniería creativa precisan, pues en ellas el encaje entre lo viejo y lo nuevo, el equilibrio entre el respeto a la tradición y el potencial para un horizonte de futuro, son delicados.
En el caso Star Wars, de hecho, la estrategia llevó a Disney a un callejón sin salida, pero esto no quiere decir que las recuelas hayan sido dejadas a un lado. Supusieron por el contrario un balón de oxígeno para Hollywood en un momento de crisis, entre 2015 y 2016, cuando estaban decepcionando en taquilla remakes convencionales —Point Break (Sin límites) (2015), Ben-Hur (2016)—, superproducciones de cierta frescura —El destino de Júpiter (2015), Dioses de Egipto (2016)—, distopías young adult producidas a destiempo —la serie Divergente: Leal (2016)—, mezclas desafortunadas de spin-off y secuela —El cazador y la reina del hielo (2016)— y relecturas de clásicos ochenteros y no venteros con el pretexto del gender bending o transgresión de género —Cazafantasmas (2016)—.

Resulta significativo que, tras el fracaso de la Cazafantasmas protagonizada por Kristen Wiig y Melissa McCarthy, Sony/Columbia probase suerte con el concepto de la legacy sequel en Cazafantasmas: Más allá (2021) y Cazafantasmas: Imperio helado (2024); como lo es también que, tras el grave tropiezo de El destino de Júpiter, las hermanas Wachowski —en concreto, Lana—volviesen a su mayor éxito, Matrix (1999), con Matrix Resurrections (2021), una legacy sequelde marcado carácter reflexivo.
Y es que, pese al mercantilismo fácil y conformista que se desprende de propuestas como Independence Day: Contraataque (2016), Doctor Sueño (2019), Bitelchús Bitelchús (2024) y Sé lo que hicisteis el último verano (2025), con la amenaza consiguiente de que la fórmula canse a los espectadores antes que después, las legacy sequels y, por extensión, las recuelas, tienen mucho de laboratorio audiovisual y ensayo de ficción acerca de la aclimatación del cine mayoritario a escenarios diferentes, cuando no antagónicos, a aquellos donde surgió, dando lugar a películas de prestigio —Blade Runner 2049 (2017)—, sorprendentes triunfos críticos y comerciales —Top Gun: Maverick (2022)— y cine de autor —T2: Trainspotting (2017), A la deriva (2024)—.
Por lo demás, existen hoy por hoy aparte de las recuelas otros paradigmas en marcha capaces de procurar a Hollywood, si no la preeminencia de antaño —quien siga el box office sabe que la Meca del Cine pasa por una fase delicada—, sí una posición al menos relevante en su liza con otros competidores.

Todavía hay sitio para experimentos con géneros y argumentos tradicionales como Barbie (2023), Wicked (2024) y Pecadores (2025). Christopher Nolan y Denis Villeneuve lideran la cruzada por un cine comercial de calidad. Parte de la industria ha depositado su confianza en las adaptaciones de videojuegos. Avatar (2009-) y sus continuaciones, previstas hasta 2031, representan la supervivencia de las sagas de la edad dorada del blockbuster.
El Universo Cinematográfico de Marvel y el Universo DC de James Gunn han redoblado sus apuestas respectivas por los superhéroes de cara a los próximos años a pesar del desencuentro ¿puntual? con el gran público que atraviesa el género. Y títulos como la oscarizada Todo a la vez en todas partes (2022) y Flash (2023) han probado con suerte diversa que otra estrategia creativa/corporativa propia de nuestros tiempos, los multiversos, pueden dar de sí más de lo esperable.
En resumidas cuentas, como ha escrito el analista Niall Gray, «no se trata de que la recuela sea la única opción de que dispone Hollywood ahora mismo para continuar repitiéndose. Sí es la más extraña y, a su manera, la más provocadora».