'La trama fenicia' (Searchlight Pictures / Disney)

Crítica ‘La trama fenicia’: La enésima trama de Wes Anderson

junio 1, 2025
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Después de ganar su primer Oscar con el mediometraje La maravillosa historia de Henry Sugar (2024), Wes Anderson ha presentado en la Sección Oficial de la 78ª edición del Festival de Cannes La trama fenicia, que ya puede verse en salas españolas. Por Belit Lago

‘La trama fenicia’ (Searchlight Pictures / Disney)

Parece que el creador de Los Tenenbaums (2001) —película que lo lanzó al reconocimiento internacional, significando su primera nominación al Oscar a mejor guion—, está más interesado en el pasado que en la actualidad, o al menos eso dicen sus últimas películas.

Si en La crónica francesa (2021) nos trasladaba a un tiempo indeterminado de la Francia del siglo XX, en Asteroid City (2023) escogía en concreto el año 1955, aunque en este caso nos situaba en una hipotética ciudad estadounidense. En su último film, el texano vuelve a los años cincuenta para contarnos la historia de un rico empresario interpretado por Benicio del Toro al que todo el mundo quiere muerto.

La aventura de Zsa-zsa Korda empieza de forma (más o menos) interesante: tras sobrevivir a su sexto accidente aeronáutico, el magnate se recupera en un amplísimo baño que observamos gracias a un elegante plano cenital sobre el que aparecen los créditos. Cuidadoras entran y salen de la estancia mientras el protagonista se mantiene inmovilizado en su bañera, leyendo el diario y fumando puros.

‘La trama fenicia’ (Searchlight Pictures / Disney)

Lo que ocurre a partir de entonces camina a pasos agigantados hacia la inercia, corriendo el riesgo de provocar en el espectador un profundo desinterés y esa sensación de déjà vu constante.

Como es común en el cine de Anderson, el conflicto nace de una historia personal: en este caso el desarrollo, con sus idas y venidas, de una relación paternofilial entre el protagonista y su única hija mujer —a quien, por otro lado, quiere dejarle toda su herencia cuando la masa de antagonistas consiga acabar con él—.

Interpretada por Mia Threapleton, la monja Liesl es el único personaje capaz de iluminar todas las escenas en las que aparece, y esto, cuando hablamos de un director que trabaja con equipos interpretativos inmensos, no es para nada encomiable en una película.

En este caso, el resto del elenco, formado en su gran mayoría por fieles compañeros de aventuras del autor, se suceden unos a otros en una amalgama sin fin de cameos oportunistas que seguramente sirvan como reclamo para el público —entre ellos Scarlett Johansson, Bill Murray o Willem Dafoe—, pero que sin duda aportan poco a esta trama fenicia que se alarga y se repliega sobre sí misma sin ofrecer nada nuevo.

‘La trama fenicia’ (Searchlight Pictures / Disney)

Seguimos ante una apuesta por la estética, esa baza que tanto emociona a sus adeptos, pero que, con cada nueva propuesta, más ensancha la distancia ante aquellos que buscamos una experiencia menos superficial, o por lo menos con el suficiente contenido como para que podamos ver algo más allá de la saturación de colores, la excentricidad de los personajes o la simetría de una imagen vacía e incapaz de producir ningún tipo de emoción, cuya potencialidad se pierde por culpa del uso abusivo de ese estilo tan personal como inocuo.

El personaje de Jeffrey Wright —con quien Anderson ha trabajado en tres ocasiones—, afirma, durante su escueta intervención, que se siente conmovido por el absurdo numerito del protagonista. Sin embargo, como espectadora, no puedo sentirme menos entusiasmada ante un artefacto prefabricado que demasiado pronto se convierte en una repetición redundante que acaba por abocarnos (o por lo menos a algunos) al tedioso aburrimiento de un hondo bucle sin fin.