'Nosferatu' (Universal Pictures)

Crítica ‘Nosferatu’: El regreso del Conde Orlok

diciembre 15, 2024
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Nueve años y tres largometrajes después de The Witch, Robert Eggers sigue demostrando su impecable talento para construir ambientes tan sugerentes como terroríficos, esta vez con su brillante adaptación de Nosferatu. Por Belit Lago

‘Nosferatu’ (Universal Pictures)

La décima película de Friedrich Wilhelm Murnau, inspirada libremente en Drácula (1897), se convirtió en film de culto tras ser prohibida por plagiar la novela de Bram Stoker, aunque lo que realmente la alzó como una de las cintas de terror más alabadas tanto por el público como por la crítica fue su estilo expresionista, inaugurado en pantalla por Robert Wiene con El gabinete del doctor Caligari (1920).

Propulsor de la vertiente más realista del movimiento artístico alemán, Murnau abrazó el neorromanticismo para hablar de la presencia del mal en lo terrenal y del lado monstruoso del individuo, misión iniciada con anterioridad en obras como La cabeza de Jano, adaptación de El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (Robert Louis Stevenson, 1886).

En 1979, el también germano Werner Herzog realizó un remake de Nosferatu protagonizado por Isabelle Adjani, Bruno Ganz y Klaus Kinski, actor fetiche con quien trabajaría hasta en cinco ocasiones. Los nombres de algunos personajes de esta versión fueron tomados directamente de la novela de Stoker, cuyos derechos de autor ya habían expirado. Aquí, la heroína —bajo el nombre de Lucy en lugar de Mina— gana algo más de protagonismo que en la primera, ofreciendo a Adjani la oportunidad de hipnotizarnos a través de una perturbada mirada que resultaría la antesala de su interpretación de Anna en La posesión (Andrzej Zulawski, 1981), papel que le valió el premio a mejor actriz tanto en el Festival de Cannes como en los Premios César.

‘Nosferatu’ (Universal Pictures)

En este sentido, Eggers recoge el testimonio de Herzog y profundiza todavía más en el fascinante personaje femenino de este relato gótico. Es posible que estemos frente al mejor trabajo de Lily-Rose Depp: no era fácil vestirse de Mina —que en esta ocasión vuelve a ser Ellen—, pero la actriz sobrepasa las expectativas y construye una interpretación basada en la fisicidad corporal que deja al público con la boca abierta.

Los ojos inyectados de Adjani se intercambian por una mirada de agotamiento que se mezcla con la bella amargura de la nostalgia, transmitiendo ese conocido pesar que ha vuelto del pasado para confrontarla. Ellen se ve subyugada a un puñado de hombres aferrados a la ciencia que rápidamente la diagnostican y, en consecuencia, la mantienen drogada, cuando en realidad su único objetivo es salvar a Thomas y evitar el contagio de la ciudad de Wisburg.

Tanto la presencia del mundo onírico, representado aquí a través de un blanco y negro azulado —recordando levemente a los filtros de color de la versión muda—, como el juego de luces y sombras —en consonancia con el expresionismo alemán—, dotan al último trabajo del director de El faro (2019) de un estilo que lo ha caracterizado desde el inicio de su carrera.

Todos sus films parten de una estética ya icónica que lo han convertido en uno de los grandes nombres del cine de género contemporáneo, si eludimos la fatídica etiqueta de ‘terror elevado’ donde habitualmente queda encasillado.

‘Nosferatu’ (Universal Pictures)

Hablar demasiado de este Nosferatu sería destrozar el visionado de los espectadores. Estamos frente a una propuesta que toma la narrativa original y construye una magnífica actualización del universo que Murnau configuró a principios de siglo y que más de 100 años después Eggers es capaz de homenajear y reivindicar sin destrozarlo, tarea altamente complicada en un presente en que se realizan reboots, remakes y revivals por doquier y que raramente superan a sus antecesoras.

No se me ocurre mejor forma de celebrar la Navidad que ocupando las salas para disfrutar de una de las más bellas piezas audiovisuales que nos ha regalado este 2024.