Debo confesar que este artículo sería muy diferente si no hubiera participado este año como mentora y jurado en el QueerCinelab. Celebrado hace unas semanas en Málaga, y organizado por la Fundación Triángulo, este laboratorio de cine LGTBI+ ha conseguido lo imposible para todos los que tuvimos la suerte de participar: volver a creer en nuestro trabajo. Por Gloria Bretones
Allí pude conocer a guionistas, directores y productores de varios países, todos con la ilusión de presentar de nuevo, o por primera vez, su proyecto en desarrollo a la industria del cine español.
No es nada fácil que te seleccionen en un laboratorio entre cientos de aspirantes, y menos aún tener que convivir durante algunos días con reconocidos profesionales que van a valorar tu proyecto. Y es que cada vez es más habitual que entre los seleccionados haya cierto temor a la hora de enfrentarse a ese momento. Años de trabajo, ilusión y esfuerzo que en apenas unas horas van a ser sometidos a un juicio sumarísimo.
Este debate está ahora muy de moda en la industria: ¿laboratorios sí o laboratorios no? Bajo mi punto de vista, el de una distribuidora, agente de ventas y productora, el debate no debería ser ese. Laboratorios sí, siempre que sean realmente útiles para cineastas e industria, pero ¿lo son siempre?
Descubrir nuevos talentos
En origen, los laboratorios se crearon con la intención de descubrir y apoyar a nuevos talentos. Como complemento a festivales y mercados, esto tenía todo el sentido, y por eso programadores de festivales, distribuidores y productores los hemos incorporado a nuestra agenda anual como una cita imprescindible. Eran la cantera oficial del nuevo cine español.
Ahora mismo, en su búsqueda de prestigio, la mayoría de los laboratorios prefieren incorporar proyectos “con nombre”, que se pasean por todo el circuito, acumulando selecciones y premios. ¿Qué sentido tiene esto? Cualquier día vemos a Carla Simón de laboratorios.
Ya hemos visto a otros nombres consagrados, y no creo que lo necesitaran para nada. Sabemos de la importancia de ese paso por laboratorios para muchos de los que van a apoyar las películas después, por tanto, no cuesta nada usar ese “poder” para visibilizar a gente que sí lo necesita.
Apoyar la diversidad de géneros e historias
Los laboratorios son, en realidad, una pequeña muestra de lo alejada que está nuestra industria de cine independiente de la taquilla comercial. Es comprensible que en un inicio los primeros laboratorios quisieran apoyar al cine de autor más arriesgado, sabe dios que lo necesitamos, pero lo sorprendente es que sea prácticamente imposible ver seleccionados proyectos con una intención más comercial.
¿Acaso sus responsables piensan que no se puede hacer cine palomitero con una mirada autoral? Por favor, que levanten la mano Amenábar o Arantxa Echevarría.
Y si hablamos de géneros, apenas vemos comedias, pocas propuestas de acción, aventura, thriller o terror clásico, y mejor no entro en la total y absoluta ausencia de cine familiar o infantil. Existe predominio absoluto del drama, de un cine social o político, y rara vez podemos disfrutar de un mensaje esperanzador o un final feliz.
Me juego la cabeza a que películas indies como Little Miss Sunshine o autores como Kaurismaki jamás serían seleccionados en un laboratorio español. ¿Por qué?
Ayudar al mejorar los proyectos, pero respetando la autoría
Cuando alguien presenta su proyecto a un laboratorio lo que espera es que le ayuden a mejorar su propuesta. Pero es su propuesta. Nos encontramos demasiado a menudo con profesionales que, en vez de respetar la mirada del autor, tratan de imponer la suya propia.
Si partimos de la base de que otros profesionales han hecho la selección final con cierto criterio, ¿tiene sentido que los profesionales contratados después para las mentorías echen por tierra todo el trabajo realizado?
Y aquí es cuando me tiro piedras contra mi propio tejado: ¿qué hace una distribuidora, o un productor, u otro director analizando el guion de un proyecto? Pues no lo sé. Existiendo analistas de guion u otros guionistas, capaces de guiar a un autor para que consiga escribir lo que realmente pretende, ¿por qué dejamos que otros profesionales con estilos propios muy marcados juzguen de manera tan subje8va los proyectos? Mejor nos contratáis para hacer unas ponencias, seremos mucho más útiles.
Formar a los participantes para enfrentarse a la venta de su proyecto ante la industria
Si para algo sirve un laboratorio es para formar e informar. Como profesional que recibe una media importante de proyectos al mes, me sigue sorprendiendo lo mal que la mayoría de la gente lo hace. Mails terribles, peores llamadas, pitching mal ejecutados, dossiers eternos…
La lista es interminable. Y ahí sí tiene sentido la participación de distribuidores, ventas y productores. Casi todos los laboratorios incorporan siempre unas clases de pitching orientados a la presentación final dentro del propio evento, pero pocos forman a los participantes para que sepan acercarse a la industria correctamente después. Y saber hacerlo es todo un arte que se puede aprender.
Dar la oportunidad de colocar los proyectos dentro de la industria
Este tema me tiene desconcertada. El 90% de los proyectos que participan en laboratorios ya tienen agente de ventas, distribuidora, productora e incluso la financiación casi cerrada. La mayoría de las veces que acudo invitada a un laboratorio me pregunto qué hago yo ahí si no puedo adquirir nada.
Los laboratorios se han convertido en una carrera contrarreloj para acaparar el mayor número posible de sellos, que casi te garanticen la compra de RTVE (o eso nos han dicho). No tiene ningún sentido que los que financian las películas se fijen más en esos sellos, que en la trayectoria de una productora o el valor de un buen guion.
¿Sigue sirviendo para algo el criterio de un productor a la hora de desarrollar un proyecto? Parece que menos que el criterio de un laboratorio, que por lo general no ha producido nunca una película.
La conclusión es que los laboratorios parecen haberse convertido en una especie de club social, donde siempre estamos todos, y en donde podemos encontrar una y otra vez los mismos proyectos seleccionados. Al final, todos los laboratorios y los proyectos que salen de ellos se parecen. Falta personalidad, y sospecho que la culpa es el miedo al riesgo. Lo verdaderamente revolucionario es que de un laboratorio saliera el próximo taquillazo del cine español, con mirada y estilo.
Pero ya he contado al principio que mi participación en el QueerCinelab, si no ha cambiado, ha atenuado mis reservas con respecto a los laboratorios.
Porque por fin asistía a un laboratorio donde había variedad de géneros e historias, contadas por nuevos talentos, y en donde todos los mentores respetamos la visión de los autores y tratamos de ayudarles a conseguir el guion perfecto, el que cumpliera con sus objetivos, no los nuestros.
Proyectos que buscaban productor, distribuidor, ventas… Pero, sobre todo, un laboratorio donde organizadores y mentores volvíamos a casa con la seguridad de haberlo dado todo para ayudar a mejorar los proyectos, y donde los participantes, independientemente de quién acabó siendo el ganador, volvían felices e ilusionados por hacer realidad sus películas pronto.
Si los laboratorios no sirven fundamentalmente para mantener viva la ilusión por hacer cine, yo entonces no sé para qué sirven.
Por Gloria Bretones, Head of International Sales and Acquisitions en Begin Again Films