Tras abrir la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes, Laura Wandel presentó en el FICX 2025 Por el bien de Adam (L’intérêt d’Adam), su segundo largometraje tras Un pequeño mundo, la ganadora en 2021 del premio FIPRESCI (Un Certain Regard). A competición en la Sección Oficial Albar del festival asturiano, tuvimos la oportunidad de hablar durante el certamen gijonés con la directora belga sobre su filme. Por Iván Cerezo Cabeza

La película, muy deudora del cine de los hermanos Dardenne, cuenta la historia de Adam, un niño de 4 años desnutrido que es ingresado en el hospital por orden judicial. La enfermera jefe de pediatría permite a la madre quedarse al lado de su hijo, a pesar del estricto horario de visitas establecido por el juez. Cuando la madre se niega a dejar a Adam, las cosas se complican.
Rubik: El nombre de Adam corresponde a uno de los personajes clave de la trama, y al mismo tiempo también está presente en el propio título del largometraje. ¿Es una referencia bíblica?
Laura Wandel: Efectivamente, sí, es una referencia bíblica. Adán es el primer ser humano en existir en la tierra y, por lo tanto, el nombre representa a la humanidad con una gran “H” y el interés que esta posee. ‘¿Cuál es el interés de la humanidad?’ es una pregunta que late debajo de toda la propuesta.
Rubik: Continuamente, el personaje de Lucy está filmado desde atrás mientras la seguimos por los pasillos del hospital. Este tratamiento genera una dualidad: por un lado, acompañamos a un personaje que resulta idealizado y moralmente fuerte al hacer constantemente un esfuerzo encomiable. Pero, por otro lado, vemos que a su alrededor está completamente sola ¿Era tu intención explorar la tensión entre el individuo y la institución?
L.W.: Sí, hay una contradicción como dices. Lucy en la película representa la institución, pero esta resulta disfuncional. Se supone que ella tiene que curar y tiene que ocuparse de los enfermos porque es el propósito de dicho organismo hospitalario. Pero, al mismo tiempo, la propia institución pone límites y provoca situaciones con efectos que están totalmente en contra de sus propósitos regulados.
El personaje de Lucy no es la primera vez que se enfrenta a un caso de este tipo. Al final, este caso es una manera de decir “ya basta”, “hasta aquí hemos llegado”, y rebelarse paradójicamente contra esa situación y ese sistema.

Rubik: Sobre esta cuestión, hay otra dualidad presente en tu filme que es aquella que tiene que ver con lo personal y lo profesional. Continuamente estás jugando con estas ideas de manera pudorosa a través de pequeños detalles como una llamada, una fotografía en la pared o pequeñas frases de diálogo ¿De alguna manera la película es este viaje que tiene que hacer Lucy que va desde su labor como enfermera hasta la implicación personal?
L.W.: Bueno, ella está en lucha contra la rigidez de un sistema que tiene en cuenta al individuo en tanto en cuanto encaja con los protocolos de la eficiencia. Al final, su forma de razonar y actuar es la de llevar lo humano a un sistema que es inhumano. Es esa cuestión que hablaba antes sobre la humanidad.
La situación de la madre se trata de una deficiencia del sistema, una situación ocasionada por los defectos y disfunciones de una institución en la que el tiempo es un factor clave. Porque todo depende del tiempo y de lo eficaces que sean los engranajes de la cadena.
Rubik: Sobre esta cuestión del tiempo, ¿por qué sitúas casi la totalidad del filme dentro del mismo espacio y haces de esta forma que el espectador pierda la noción del tiempo?
L.W.: En el proceso de documentación fui a los hospitales a observar y tomar notas. Me di cuenta entonces de que el personal en estos centros no tiene relación con el exterior. Está aislado, encerrado en un micro mundo. También, el tiempo es muy apretado, apenas tienen tiempo para comer. Quería trasladar esa sensación en la pantalla, ese ambiente en el que todo es una lucha a contrarreloj.

Rubik: ¿Hasta qué punto madre e hijo son ambos pacientes pese a que solo sea Adam el personaje que esté hospitalizado?
L.W.: Es lo que observé también cuando fui a los hospitales. Pude comprobar hasta qué punto en la Sección de Pediatría el personal sanitario cuida tanto a los niños como a los adultos; porque, a través de los niños, los sanitarios acaban ocupándose también de los padres.
Eso es algo específico de la especialidad; de alguna se forma un triángulo que está muy presente y que yo he querido tratar de reflejar y abordar en la película. Además, las enfermedades de los niños son reflejo del malestar de los adultos. Así, Rebecca refleja su malestar en su hijo Adán.
Rubik: Hay un momento muy interesante cuando Rebecca y Lucy van en coche. Es cuando la protagonista, después de frenar el vehículo y bajarse la madre de Adán de este, se mira en el espejo retrovisor. ¿Qué sentido tiene este momento dentro de la narrativa de la película?
L.W.: Está sujeto a muchas interpretaciones. Lo que yo quería significar a través del espejo es cómo la madre se aleja. Se trata del momento en el que Lucy ya no tiene la bata blanca, ha dejado de ser enfermera y es ahora una mujer que tiene que darse cuenta de que a lo mejor para poder ayudar a esa paciente debe dejar esa obstinación de asistirla sea como sea.

Es entonces, cuando deja esa obsesión por ayudarla a cualquier precio, cuando Rebecca acepta su ayuda. De ahí el elemento del espejo: una se ve en la otra.
Rubik: Hay dos momentos clave que asientan la narración y que están plenamente relacionados. El primero, cuando Adán se expresa acerca de su madre y sus sentimientos. Otro, justo a continuación de la escena del coche, cuando Rebecca recapacita y reconoce que debe ir a un centro de acogida. Al final, ¿todo es para llegar a que las personas más frágiles tengan la capacidad de decisión y se armen de la fortaleza necesaria para decidir sobre sus vidas?
L.W.: Sí. De nuevo, volvemos a la idea del pensamiento y sensibilidad de la humanidad y, también, en relación con esta, de la infancia.