Entre el 19 y el 28 de junio tuvo lugar uno de los festivales de cine con más trayectoria de la ciudad de las artes y las ciencias, y es que el Festival Internacional de Cine de Valencia – Cinema Jove ha celebrado este 2025 su 40º aniversario. Por Belit Lago

En una edición en la que Radu Jude ha recibido el premio honorífico Luna de València (puedes leer la entrevista que le hemos hecho aquí), varias propuestas de la Sección Oficial guardan ciertas similitudes con el cine del director de No esperes demasiado del fin del mundo (2023). Su predilección por los conflictos, tanto personales como sociales, su fuerte carga política y la representación de la cultura contemporánea han podido observarse en una potente programación cargada de propuestas dirigidas por jóvenes talentos de todo el mundo.
La ganadora de la Luna de València a Mejor Largometraje, Aquel verano en París (Valentine Cadic) —que llegará a salas españolas el próximo 8 de agosto de la mano de Karma Films—, retrata unos pocos días de las vacaciones de Blandine, quien recién llegada a los treinta tropieza con un sinfín de contratiempos que transforman su excursión a París —con el objetivo de asistir a los Juegos Olímpicos— en una odisea cotidiana.
De la misma forma que algunas protagonistas de Jude —como Emilia en el primer capítulo de Un polvo desafortunado o porno loco (2021)—, la joven francesa deambula por la capital gala generando situaciones cómicas que, en realidad, definen con acierto el malestar milennial: ese no encajar en un mundo cuyas normas nos excluyen una vez tras otra, y, en especial, la inesquivable soledad de la edad adulta.

Sobre este cambio de etapa hablan también dos películas que podrían formar una buena doble sesión de tarde entre amigas: Fwends (Sophie Somerville) y Bunnylovr (Katarina Zhu). La primera, ganadora de la Mención Especial del Jurado Joven y también del Premio del Público, recuerda inevitablemente a la versión más mumblecoriana de Greta Gerwig, tanto en forma como en contenido.
En una especie de versión centennial de Frances Ha (Noah Baumbach, 2012), Somerville nos traslada a Australia para mostrarnos el reencuentro de dos amigas que están a punto de darse cuenta de las diferencias que las separan. En el transcurso de una sola noche, Jessie y Em pasean sin rumbo por la ciudad de Melbourne mientras charlan, se drogan, y también discuten. Temas como el acoso laboral, la incapacidad de pagar el alquilar o la salud mental emergen de unos diálogos sencillos pero pertinentes, que dan cuenta de las dificultades de mantener, ya de mayores, aquellas amistades de la infancia. Un film que contrapone dos puntos de vista distintos ante la madurez, donde la mezcla de formatos —blanco y negro, analógico, filtros de color— alude a su extrema contemporaneidad.
Becca es la protagonista de Bunnylovr, interpretada por su misma directora y guionista Katarina Zhu, una ‘cam girl’ que se gana la vida hablando con desconocidos de internet con los que, a cambio de generosas transferencias, mantiene videochats privados. Desde lo aparentemente banal, y muy en consonancia con la esencia de la icónica serie Girls (Lena Dunham, 2012-2017), Zhu es capaz de transmitir con solvencia una sensación de vacío existencial, acentuada por una relación disfuncional con su padre ausente, el narcisismo de su amiga artista (Rachel Sennott) y la indiferencia de un ex (Jack Kilmer) por quien todavía está bastante colada.

Y pasando de los daddy issues a los mommy issues, nos topamos con Measures for a Funeral, tercer largo de ficción de Sofia Bohdanowicz, cuyo guion firma junto a su actriz fetiche Deragh Campbell. La doctoranda Audrey Benac, personaje recurrente en la filmografía de la canadiense, investiga la figura de Kathleen Parlow, una reputada violinista de principios del siglo XX que, con el paso del tiempo, ha caído injustamente en el olvido.
Durante los 142 minutos que dura la película, la joven intenta huir de un presente complicado con su madre —quien está a punto de fallecer—, a la vez que persigue una historia del pasado —el tema central de su tesis—. Ambos tiempos confluyen en una propuesta algo extraña, que mezcla drama y horror de forma poco orgánica y que, sin embargo, crece en su insistencia al mostrar la fragilidad de un personaje atormentado y terriblemente solo.
De la soledad, aunque desde la perspectiva de la infancia, también habla The Botanist (Jing Yi), ganadora a Mejor Fotografía por el trabajo de Vanon Li. Arsin, un joven de 13 años que vive con su abuela en una aldea del noroeste de China, guarda una férrea obsesión por las plantas, conexión heredada de su tío —a quien todo el mundo da por muerto desde su desaparición—, quien a su vez tomó los conocimientos botánicos de su abuelo.
Una hermosa celebración de un modus vivendi completamente olvidado en occidente, donde las tecnologías —representadas en el film únicamente por el móvil del hermano mayor de Arsin— condicionan nuestro día a día de forma irreparable. Con guiños al realismo mágico de Alice Rohrwacher y lleno de metáforas visuales que evocan una realidad que roza lo onírico, el debut en el largo de Jing Yi podría interpretarse como un coming-of-age pausado, donde la separación entre dos amigos funciona como puerta de entrada al complejo universo de los conflictos emocionales de la edad adulta.

La doblemente premiada Honeymoon, con dos menciones del jurado oficial para Zhanna Ozirna por su guion y dirección, presenta una terrorífica aproximación a los inicios de la guerra de Ucrania. Un nuevo retrato del aislamiento, esta vez en pareja, de Olia y Taras, que tras mudarse a un piso recién comprado se despiertan con el ruido de las sirenas y el estruendo de las bombas, mostrados a través de un fuera de campo que recuerda a la presencia invisible del horror en La zona de interés (Jonathan Glazer, 2023).
Cuando ya es demasiado tarde para abandonar el hogar, los protagonistas van acostumbrándose a cada nueva circunstancia, fortaleciendo los lazos que los unen en momentos de crisis e incertidumbre. Un relato íntimo que muestra la cara B de un conflicto que sigue cobrándose vidas inocentes todavía a día de hoy, casi tres años y medio después del comienzo de la invasión Rusa.