Miguel Molina: “El éxito de ‘Una quinta portuguesa’ refleja un trabajo de orfebrería pura con el guion: todo encaja, nada sobra”

junio 3, 2025
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En el reciente Marché du Film del Festival de Cannes, charlamos con Miguel Molina, fundador de Jaibo Films y presidente de la Asociación de Productors Audiovisuals Valencians (PAV). Abordamos la trayectoria reciente de la productora, nuevos proyectos, la situación de La Ciudad de la Luz tras su reapertura o el éxito en salas de Una quinta portuguesa, producida por Distinto Films en colaboración con Jaibo Films y O som e a furia y distribuida por Filmax. Por Miguel Varela.

Miguel Molina posa para Rubik en el reciente Marché du Film

Miguel Molina es, desde diciembre de 2024, presidente de asociación de productores PAV.

Rubik: ¿Cómo has vivido esta edición del Festival de Cannes?

Miguel Molina: La verdad es que muy bien. El stand de España este año fue más grande que en ediciones anteriores, lo que refleja un crecimiento y una presencia fuerte del cine español. Además, con dos películas españolas en competición oficial y una tercera en sección paralela, lo cual es un exitazo. Eso sí, en términos de asistencia al Marché du Film noto que falta gente, especialmente de la industria americana.

Nosotros (Jaibo Films) venimos cada año porque tenemos muchos proyectos en para los cuales buscamos socios a distintos niveles. Algunos están en pleno rodaje, otros a punto de estrenarse en festivales, y otros en desarrollo. No traemos un sólo título a vender, sino que seguimos moviendo todo nuestro ecosistema, que es muy dinámico.

Rubik: En los últimos años, los títulos que han surgido de vuestra productora han tenido fuerte presencia en las secciones oficiales de los festivales a nivel internacional. ¿Tienes la cifra exacta?

Miguel Molina: No tenemos un recuento actualizado… pero un día deberíamos hacerlo porque estoy seguro de que son muchos más de los que creemos. Calculo que nuestras producciones han pasado por entre 400 y 500 festivales. Hemos tenido muchísimos cortometrajes, y si contamos todas las selecciones… es una auténtica locura. En cuanto a premios, menciones y reconocimientos, sí que hemos superado el centenar de sobra.

Rubik: ¿Cómo valoras el crecimiento de Jaibo en estos últimos años?

Miguel Molina: Muy positivo. Desde la pandemia, de forma paradójica, hemos crecido mucho. Aprovechamos ese tiempo para invertir en desarrollo, mientras muchos paraban. Descubrimos que con herramientas como Zoom o Google Meet podíamos estar todos los días en contacto con televisiones, distribuidores, otros productores… y sin movernos de Alicante. Eso ha democratizado mucho el acceso a ciertos espacios.

Eso sí, también hemos tenido que reforzar mucho la presencia en mercados físicos después, porque es muy importante verse en persona para cerrar cosas. También hay que abrazarse, compartir un cóctel…

Rubik: ¿Cómo definirías las señas de identidad de vuestras producciones?

Miguel Molina: Siempre hemos hecho cine muy festivalero, radical, a veces experimental. Pero ahora estamos virando un poco, intentando ampliar el punto de partida. Ya no partimos tanto del nicho, sino de una audiencia algo más amplia, sin renunciar a nuestra mirada autoral.

Lo que hacemos ahora es llevar esa mirada hacia estructuras más accesibles, integrando elementos del thriller, del drama psicológico, del costumbrismo, pero con cuidado. No hacemos género, pero sí lo rozamos, para encontrar un equilibrio entre autoría y comunicación con el espectador.

Rubik: En ese marco encaja el éxito de Una quinta portuguesa, ¿no?

Miguel Molina: Totalmente. A priori, parecía una película para un público más de nicho, pero está funcionando increíblemente bien en cines. Y no es una feelgood sencilla, ni una comedia amable. Es una película con fondo, con lenguaje autoral, pero también con accesibilidad narrativa. Y creo que eso está gustando.

Manolo Solo y María de Medeiros encabezan el reparto de Una quinta portuguesa

Rubik: ¿Cuál dirías que ha sido el secreto en la fórmula para que esté atrayendo tanto público?

Miguel Molina: Varias cosas. Lo primero, que es una buena película. Si no, la gente no va. Después, que se ha comunicado muy bien. Filmax hizo una estrategia de posicionamiento muy acertada. Nosotros queríamos posicionarla tal vez más en el cine de autor, pero confiamos en su visión… y acertaron. Y luego, el guion es una maravilla. Se ha trabajado como si fuera una pieza de orfebrería: todo encaja, nada sobra. Es profundo, inteligente, nada efectista, sin pretensiones.

La película se construye poco a poco, con tonos de thriller que despiertan interés. Y llegado un punto te hace sentir bien, lo cual es raro en nuestro catálogo [ríe], donde solemos hacer sufrir al protagonista. Aquí decidimos ser más amables con los desenlaces de los conflictos…y eso también abre la puerta a más público.

Rubik: Me contaste que rodasteis varios finales para Una quinta portuguesa. ¿Cómo fue ese proceso?

Miguel Molina: Sí, en guion solo había uno planteado inicialmente, pero rodamos tres versiones, y en montaje salieron dos más posibles. No teníamos del todo claro cómo posicionarla: si hacerla más accesible, más radical, si apostar por un final abierto, cerrado… Había dudas. Pero al final creo que dimos con el tono exacto.

Encontramos un equilibrio que respeta lo autoral pero también se abre al público. Y te diré algo que solemos decir medio en broma pero que tiene mucho de cierto: si matas al protagonista, la película va a festivales; si el protagonista sobrevive, va bien en taquilla. En este caso, optamos por decisiones que no son apoteósicas, pero tampoco trágicas. Y creo que eso ha contribuido a que funcione tan bien en salas. Fue una decisión narrativa, pero también estratégica.

Rubik: Desde diciembre eres presidente de la Asociación de Productores Valencianos (PAV). ¿Cómo han sido estos primeros meses?

Miguel Molina: Como cuando te toca ser presidente de tu comunidad de vecinos [ríe]. Era el momento, porque quienes ya tenían experiencia en la asociación ya habían pasado por el cargo. Lo asumí sabiendo que iban a ser dos años duros, pero necesarios. Hay muchos retos. El sector en la Comunidad Valenciana ha vivido un año complicado: los cambios en el Instituto Valenciano de Cultura, en À Punt, las consecuencias de la DANA… Han sido impactos serios. Desde PAV estamos trabajando para tender puentes, reducir daños y mantener la interlocución abierta con la administración.

En la Comunidad hay varias asociaciones. PAV es la más antigua y una de las más grandes. Una de las cosas que creemos que tenemos que hacer es centralizar la interlocución. Cuando la Administración quiere hablar con el sector, tiene que hacer seis reuniones. Eso ralentiza todo. Estamos promoviendo que al menos, en los temas comunes, nos agrupemos para hablar con una sola voz. Eso facilitaría muchísimo la comunicación y nos haría más eficaces.

Rubik: Otro asunto central en la región es el regreso a la actividad de la Ciudad de la Luz. ¿Cuál es tu diagnóstico de estos primeros meses de reapertura?

Miguel Molina: Los estudios son espectaculares, una inversión colosal que seguramente hoy no se podría repetir. Tienen unas condiciones únicas: 300 días de sol al año, aeropuerto internacional, costes competitivos… Pero están pensados para grandes producciones, de 100 a 150 millones. Eso no llega de un día para otro, se necesita tiempo y una estrategia.

Los estudios se reactivaron muy rápido cuando se levantó la sanción europea, pero ahora hay que reacondicionar, generar confianza. El parque de proveedores en la zona no está listo aún para ser sostenible a ese nivel. Hace falta un plan estratégico viable, realista, paso a paso.

Desde el Clúster Audiovisual —del que también soy vicepresidente— pedimos formar parte de ese plan, porque conocemos la industria. Ellos tienen los medios y nosotros, los profesionales del sector, podemos aportar mucho conocimiento para avanzar. Si colaboramos, en unos pocos años, la Ciudad de la Luz puede ser un polo real de dinamización del sector en la región.

Imagen teaser de Desechables.

Rubik: ¿Hay algún proyecto en el que estéis volcados ahora mismo y te gustaría destacar?

Miguel Molina: En muchos, pero hay uno que me hace especial ilusión: Desechables, una película de animación que llevamos desarrollando más de tres años. Ya hemos empezado la fase de animación. Está ambientada en Bogotá, durante la visita del Papa Francisco. Para preparar su llegada, las autoridades desalojaron a los habitantes de calle, quemaron sus asentamientos… Fue una limpieza encubierta, con implicaciones de corrupción, urbanismo, iglesia, narcotráfico…

La película parte de eso, pero lo cuenta desde una narrativa de acción, con estética anime, con violencia, peleas, sangre… y al mismo tiempo con una fuerte carga crítica. Se llama Desechables, como llaman allí a la gente que vive en la calle. Es una bomba, y una historia muy potente. Hemos conseguido el apoyo del ICAA, de À Punt, de TVE y del FDC colombiano. Es una película difícil, pero necesaria. Y estamos muy orgullosos de ella.