'La casa' (A Contracorriente Films)

Crítica ‘La casa’: Esos días de verano

abril 28, 2024
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Con su tercer largometraje, La casa, Álex Montoya ha logrado la atención que no había captado, injustamente, con sus anteriores Asamblea y Lucas. No en vano, ha adaptado con inteligencia y sensibilidad la novela gráfica homónima de Paco Roca. Por Tonio L. Alarcón

‘La casa’ (A Contracorriente Films)

Explicaba Roca que La casa había sido un esfuerzo por comprender a su padre tras su fallecimiento, dialogando, a través de lo autobiográfico, con lo laberíntico de los recuerdos.

Sin embargo, ese carácter profundamente personal de la obra no le impidió construir, al mismo tiempo (es más, es probable que lo facilitara) una dolorosa reflexión sobre el abismo generacional existente entre los españoles criados durante el franquismo, educados en el mirar siempre hacia adelante, y los que nacieron en plena democracia, dotados de la posibilidad de preocuparse por sí mismos y sus carreras, en lugar de limitarse a sobrevivir.

No hace falta señalar que llevar a la gran pantalla una obra tan cargada de elementos autobiográficos no era tarea sencilla. Álex Montoya llevaba mucho tiempo desarrollando este proyecto, y en ese recorrido de siete años junto a su coguionista, Joana M. Ortueta, ha tenido la habilidad de reconocer los elementos más universales de la novela gráfica de Roca, y los ha reforzado en un relato de pérdida, duelo y reconstrucción íntima.

‘La casa’ (A Contracorriente Films)

En esa (re)construcción de una obra ajena en un medio distinto, el director ha enfatizado uno de los elementos que quizás quedaba algo desdibujado en el original: la complejidad de las relaciones entre padres e hijos, y cómo estás van enrareciéndose (y dificultándose) a medida que estos últimos se distancian en busca de su propia identidad. Lo que narra La casa es muy humano porque el viaje que viven sus protagonistas es habitual en la madurez: el reencuentro y/o reconciliación con aquello contra lo que se batalló, a nivel familiar, en la juventud.

Roca hacía una división mucho más marcada entre el reencuentro con la casa de cada uno de los hermanos, José (David Verdaguer), Vicente (Óscar de la Fuente) y Carla (Lorena López), pero Montoya les cruza de forma más temprana para, así, explorar mejor los conflictos que se generan en esa breve convivencia. Lo que también aprovecha para establecer unos muy interesantes paralelismos en las relaciones familiares (p.ej. la ambición de la hija de Vicente, Ema, interpretada por María Romanillos, de seguir la carrera literaria de su tío José), estableciendo así también roces más directos entre todos ellos. Se aproxima, así, a las tensiones personales, allí de carácter cómico, que se desarrollaban en su anterior Asamblea (2019), y aunque eso genera una tirantez que puede generar antipatía hacia algunos de los personajes, lo compensa la capacidad de sus intérpretes para dotarlos de humanidad (y vulnerabilidad).

En la novela gráfica, los flashbacks quedaban remarcados por un cambio en el equilibrio de color en las viñetas: con un recurso tan sencillo y tan elegante, Roca no necesitaba situar temporalmente cada uno de esos apartes.

A la hora de buscar una equivalencia cinematográfica, Montoya ha optado por un recurso tan aceptado hoy en día como el cambio de formato. Es decir, las secuencias ambientadas en el presente (o alrededores) se proyectan en el formato panorámico 2,39:1 habitual, pero en los flashbacks, la pantalla pasa a un formato cuadrado con los bordes ligeramente redondeados, como si fueran los de un viejo Súper 8. No es sólo una traducción fílmica del recurso original, sino que al aludir a extractos del pasado de sus protagonistas, lo hace mediante un formato contemporáneo a su niñez, ejerciendo así como una proyección mucho más íntima de su nostalgia.

Uno de los recursos más estimulantes de La casa, inexistente en la obra de Roca, está en el tratamiento que hace Montoya de la figura del padre, Antonio (espléndido Luis Callejo). No es baladí la decisión de reproducir la secuencia inicial de la novela gráfica casi en off visual, sin apenas dejarnos ver al personaje. Y es que la película nos escamotea su presencia, casi siempre fugaz, incluso emborronada por la cámara, porque a medida que avanza el metraje, y con la acumulación de recuerdos de sus hijos (y de su nieta), Antonio se va haciendo más claro, más visible.

‘La casa’ (A Contracorriente Films)

Con lo que, igual que el dibujante usó la novela gráfica para entender mejor a su padre, el largometraje de Montoya nos transmite así visualmente el proceso de entendimiento que están experimentado todos los que le rodearon, y que les lleva a aprehender (con sus defectos y sus limitaciones) quién fue.

Desde esa perspectiva hay que entender el detalle, aparentemente nimio, de hacer que Silvia (Olivia Molina) no hubiera conocido de forma previa a Antonio, como en la novela gráfica. Gracias a ese recurso, dicho personaje sirve de guía para el público por el entramado de relaciones sobre el que está construida La casa, además de tener una función narrativa mucho más activa (sobre todo, en su relación con Ema). De la misma manera que darle el papel de Manolo, el vecino de la familia, a un actor del prestigio de Miguel Rellán, dota de una trascendencia mucho mayor a su personaje, al convertirlo en una representación simbólica más potente de toda esa generación de españoles que Roca quiso retratar a través de la figura de su propio progenitor.